Sr Director:
En cuestión de semanas, Chile pasó de ser país invitado en la cumbre de los BRICS en Brasil a anfitrión de una cumbre de líderes progresistas en Santiago. Entre discursos sobre multilateralismo, justicia social y cooperación democrática, algo quedó claro: el Sur Global quiere hablar con voz propia. Pero hay alguien que no está dispuesto a escuchar sin reaccionar. Y ese alguien es el Presidente Trump.
El presidente de Estados Unidos no tardó en responder. Lo hizo como acostumbra: con castigo económico. Ya no hablamos de una amenaza en el aire. Trump anunció un arancel del 50 por ciento al cobre chileno, nuestra principal exportación. La medida tiene un claro trasfondo político: castigar a gobiernos que no se alinean con su visión del mundo.
Pero ese no es el único frente donde podemos sentir el impacto. Lo más delicado —y tal vez menos comentado— es que Estados Unidos fue el principal inversionista extranjero en Chile durante 2024, con más de 20.500 millones de dólares en proyectos gestionados por InvestChile. Mucho más que Canadá, España u otros socios tradicionales. Hablamos de capital estadounidense en minería, energía, servicios globales y tecnología, todos pilares de nuestra economía.
Y si Trump ya castigó nuestras exportaciones, ¿qué le impediría ahora presionar por el lado de la inversión? El precedente existe. En 2019, cuando Mike Pompeo vino a Chile como secretario de Estado, dejó claro que Washington observaba con recelo cualquier acercamiento a China. Lo dijo en público, criticando a Huawei, pero su mensaje fue más amplio: si un país no es confiable para sus intereses, Estados Unidos “tomará decisiones” sobre dónde pone su información… y su dinero.
Es cierto que Chile y Estados Unidos mantienen un Tratado de Libre Comercio que ha eliminado casi todos los aranceles desde 2015, incluyendo al vino, frutas, salmón, celulosa y minerales. Pero el propio TLC contempla cláusulas de salvaguarda que permiten imponer restricciones si se argumenta daño a la industria local. Ya ocurrió con el cobre, y nada impide que se extienda a otros productos clave de nuestra canasta exportadora, como el salmón, las frutas frescas, el vino o la celulosa. En este contexto, el riesgo de una represalia más amplia es real.
Hoy, Chile busca articular una voz propia en medio del reordenamiento global. Boric ha apostado por una diplomacia activa, conectando con líderes que comparten valores progresistas. Sin embargo, expertos como Jimena Zúñiga, analista de geoeconomía latinoamericana en Bloomberg Economics, advierten que los objetivos de esta cumbre en Santiago “están en contradicción con Trump” y podrían ser interpretados como una crítica directa a su gobierno. Kenneth Roberts, profesor de la Universidad de Cornell, va más allá al señalar que existen “escenarios en que Estados Unidos podría tomar represalias económicas que serían perjudiciales para Chile”.
Con una aprobación ciudadana debilitada, y sin márgenes políticos amplios, cabe preguntarse si era prudente convocar este encuentro en este momento, justo cuando Trump intensifica su política comercial agresiva y personalista. La diplomacia no solo exige convicciones, sino también "timing" y prudencia. Y en este caso, la provocación puede terminar costando más que el gesto.
La gran pregunta es si estamos ante una auténtica articulación del Sur Global o simplemente frente a un gustito del Presidente Boric antes de terminar su mandato. Lo que sí parece claro es que, desde el Despacho Oval, Trump observa, toma nota... y apunta.
Patricio Torres Luque
Académico Facultad de Negocios y Tecnología de la Universidad UNIACC