Prima una enorme lejanía entre los hechos y dichos de nuestros políticos, con respecto a las necesidades y demandas de la ciudadanía. Por cierto, esto no es un hecho saludable para el cuerpo social puesto que aleja las decisiones de política pública de las prioridades que en ellas deberían adquirir las demandas populares. Existen muchos ejemplos de cómo se da en los hechos esa lejanía al observarse, por ejemplo, los temas abordados en las sesiones de las dos ramas del Congreso Nacional y las angustias que viven las personas con sus ingentes necesidades. Es cierto, domina aquí también la restricción de recursos con que opera la economía y la sociedad chilena, pero no puede tampoco desconocerse que hay un problema con el establecimiento de prioridades en términos de gasto e inversión, lo cual mucho tiene que ver con las iniciativas de gobierno y su eficacia en la gestión. Por ejemplo, todavía están desatendidas muchas de las demandas emanadas de los graves incendios forestales del último verano, y que significó la destrucción de muchas vidas, familias y comunidades. Atendidas en el discurso y las declaraciones, todavía están pendientes las soluciones que deberían servir esas evidentes necesidades de familias y comunidades, sin dejar de mencionar la aún grave situación que permanece debido al brutal incendio de Viña del Mar. Sin ir más lejos, tampoco han sido fuente de debate y soluciones el problema de las limitaciones que muchas familias enfrentan con respecto a la provisión de educación pública para sus hijos. Y también no puede dejarse de lado la dramática situación creada en muchos lugares como resultado de los últimos temporales, la cual también permanece ausente en gran medida de debate y soluciones. Todo esto aún sin mencionar las demandas de la ciudadanía frente a los problemas de delincuencia, bajas pensiones, insuficiente servicios de salud, etc. Frente a esta realidad la discusión política se mantiene a otro nivel y no hay liderazgos que aparentemente sean eficaces para llevar la discusión y decisiones a una mayor empatía con la ciudadanía demandante.
Muchas veces este tipo de problema lleva a discusiones que la gente simplemente no comprende como una forma de atender sus necesidades inmediatas. Se habla de una reforma tributaria cuyos recursos darían para atender todas estas emergencias, además del significativo problema que hay con las insuficientes pensiones, como si esas posibles reformas pudieran acudir en monto y tiempo adecuados a cubrir las manifiestas y urgentes necesidades. Otros, en cambio, hablan de que es necesario reasignar los recursos que recibe el Estado, reordenando su gasto y elevando la eficacia de las empresas del Estado, como si ello fuese algo posible en el contexto del corto plazo que envuelven las manifiestas necesidades de los chilenos. Pero, lo que es peor, es que las discusiones políticas están completamente alejadas de los intereses y necesidades de la gente, y no se percibe ningún ánimo de entendimiento para satisfacer las demandas más allá de nuevas promesas. Promesas, por otra parte, que se acentúan en época electoral, donde estos mismos políticos intentan convencer al electorado de nuevas soluciones para los viejos problemas. Si hay algo transversal a la política desde todos los campos doctrinarios, es este afán de “esconder la suciedad debajo de la alfombra”, esto es recurrir a los desgastados argumentos acusatorios o especulativos, para diseñar un escenario en que los mismos actores aparezcan más cercanos a la gente a la que efectivamente no han querido escuchar.
Todo esto causa un daño significativo a la democracia y a las instituciones republicanas. La baja credibilidad de los políticos y los partidos abre espacio para los aventureros que prometen caminos impensados y soluciones efectistas. Los hechos han demostrado que poco tienen que ofrecer estos verdaderos vendedores de ilusiones. También están aquellos que desde los partidos y movimientos establecidos siguen culpando a los otros de las fallas y del escaso nivel de pronunciamiento positivo. Al final del día, se prueba que todo parece radicar en temas de pactos electorales y entendimientos a menudo no hechos públicos.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central