​La reforma educacional que nunca llega

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Alfredo Barriga


Llevamos décadas escuchando que la educación es “la” herramienta de desarrollo personal y profesional de todos, la única que realmente permite progresar de generación en generación, la única que realmente abre horizontes de movilidad social. Y sin embargo el modelo educacional – el “qué” se enseña, “cómo” se enseña y “para qué” se enseña – no ha cambiado. Seguimos usando una metodología que fue creada en el siglo XII y mejorada y masificada en el siglo XIX.


La primera pregunta que nos hacen a los que vemos con urgencia que hay que cambiar, es esta: ¿por qué hay que cambiar? Esto ha funcionado desde siempre y no hay señales que no funcione ahora.


Hace más de diez años que escuché lo siguiente: “los niños que hoy entran a prekínder, cuando salgan a trabajar será en puestos de trabajo que hoy no existen, usando tecnologías que no se han inventado, para resolver problemas que no tenemos ni idea cuales van a ser”. La frase es de Sir Ken Robinson, experto internacional en innovación en la educación, ya fallecido. El caso es que es cierta. Los puestos de trabajo son nuevos, las tecnologías son nuevas, los problemas son nuevos. Pero el mundo sigue girando, por lo cual se podría argumentar: “bien, aquí seguimos. El sistema supo cómo enfrentarlo”.


El modelo de educación que usamos fue creado para generar mano de obra necesaria en la revolución industrial, que ha sido superada por la revolución digital. No me compro lo de “revolución industrial 4.0”. Lo que está en marcha no es una revolución industrial, sino un cambio de era hacia una sociedad del conocimiento, donde la principal herramienta es el talento. La educación debe tener por ello dos objetivos fundamentales: formar personas con valores, y desarrollar sus talentos a su máximo potencial. Ello le permitirá a cada persona trabajar donde es más productivo y más pueda aportar a la sociedad.


Basta mirar cuáles son las empresas con mayor valor de capitalización en el mercado para darse cuenta de la realidad a la que me estoy refiriendo: todas son “empresas de conocimiento”. En todas, el factor de la producción más importante es el talento de quienes están en la empresa, y su productividad es directamente proporcional a su habilidad de trabajar en equipo para sacar lo mejor de cada uno. He sido un incansable defensor de que la productividad de los factores ya no dependerá del capital empleado sino de los talentos empleados. Esos son los que hacen la diferencia. No las herramientas digitales, ni los robots, ni los sistemas automatizados, ni las maquinarias, sino los talentos. La reciente rebelión de los creadores de ChatGPT, que lograron echar al Directorio que a su vez había echado a su líder, es un botón de muestra.


Cada uno de nosotros es más productivo allí donde pueda aplicar mejor sus talentos, y lo haga más a gusto. Es donde pueda trabajar y pasarlo bien, y ver el fruto de su trabajo, y ver cómo su aporte añade valor a lo que hace la empresa en la que trabaja, y sentirse reconocido por dicho aporte. Las empresas que trabajan de esa forma son las que más valen en el mercado. Son las únicas cuyo valor en Bolsa supera el trillón de dólares.


De igual forma que el modelo de enseñanza creado en el siglo XIX fue funcional a la revolución industrial, el modelo de enseñanza actual debe ser funcional a la sociedad del conocimiento. Y ello supone un cambio brutalmente disruptivo. Porque la enseñanza debe orientarse a descubrir y desarrollar los talentos individuales de cada alumno. Como he dicho y repetido en artículos, programas de radio y conversaciones sociales: el profesor – y yo lo soy – asume un rol de “Maestro Yoda”. El proceso formativo es la concatenación de una suma de “experiencias de aprendizaje” por las cuales se va entrenando a cada alumno, según sus talentos, para que adquiera las habilidades y competencias propias de la sociedad del conocimiento, y descubra su elemento – aquello que le gusta y en lo que “tiene dedos para el piano”.


¿Cómo se puede hacer una experiencia de aprendizaje a la pinta de cada alumno? Aquí entran las tecnologías digitales, y una en particular que ha dado mucho que hablar últimamente… la inteligencia artificial.


Estamos preparando analfabetos del siglo 21 con el Modelo actual. Hoy nuestra economía aún no nota la diferencia, pero viene. Ya no somos el número uno de América Latina en el uso de tecnologías digitales. Hemos descendido al quinto lugar (ref: índice NRI del WEF). Y quienes nos superaron no fue por tener más o mejor infraestructura digital. Nos superaron porque saben usarlas mejor, están mejor preparados para los cambios de paradigma que están sucediendo, y están haciendo la pega.


Alfredo Barriga,

Profesor UDP,

Autor “Futuro Presente: cómo la nueva revolución digital afectará mi vida” (Amazon) 

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