La decisión del gobierno chino sin previo aviso, de cancelar todas las importaciones de soya desde los Estados Unidos, es un duro golpe a la economía norteamericana y particularmente a los productores y comercializadores agrícolas de este país, quienes fueron obligados al andar a redirigir las cadenas de suministros. Este movimiento considerado como estratégico, de fuerte carga simbólica y práctica, ha sido interpretado como una maniobra de presión geopolítica que va más allá de lo agrícola, está afectando de manera significativa, directamente la seguridad alimentaria planetaria, los precios globales de commodities y el equilibrio financiero internacional.
Desde una mirada estratégica, se podría sostener que son varios factores que llevaron a China a tomar esta drástica decisión, en respuestas a las políticas arancelarias de EE-UU, que afecta a la industria agrícola, fundamentalmente a tres productos como son: el maíz, el trigo y la soya y que podría conducir a millones de granjas agrícolas a la quiebra. Lo primero podría ser el elevado nivel las tensiones entre China y Estados Unidos, particularmente tras nuevas sanciones tecnológicas. La soya, ha sido históricamente uno de los productos agrícolas más sensibles en la balanza comercial estadounidense, y hoy es el centro del recrudecimiento de la guerra comercial y se ubica como la principal ficha de negociación.
Otro factor podría ser lo que, desde hace un buen tiempo acá, China ha intensificado su política de “autosuficiencia dual”, buscando reducir la dependencia de importaciones de materias prima clave, por tanto, el tema de la soya podría parecer una acción irracional, pero también podría ser una señal potente para fomentar una transición forzosa hacia el cultivo con tecnologías alternativas de producción autóctonas.
También podría ser que, al tomar esta medida de alto riesgo, el gobierno chino, busca reducir abruptamente la oferta de soya en circulación. Por tanto, esto podría ser un mecanismo que China está experimentando con el objeto de manipular de manera indirecta los precios de la semilla, afectando a la producción de EE. UU, desplazándolo de su liderazgo en el sector agrícola y fortaleciendo a los países, productores de soya como Brasil, Argentina, Rusia y Paquistán. En este contexto, se podría pensar que estamos asistiendo a una inflación inducida por la condición alimentaria, lo que se convierte en una amenaza de orden global.
Aunque a simple vista o a partir del ojo común se podría pensar que es un conflicto entre dos grandes naciones EE-UU y la China. A decir verdad, el problema va más allá y podría ubicarse como un giro estratégico de la China que tendría ribetes globales. Desde una visión objetiva, la afectación económica es de grandes dimensiones planetarias, fundamentalmente en los mercados de materias primas y de sus elaborados.
En este camino, la soya, el maíz y el trigo, que se ubican en la cadena de valor como insumos fundamentales para la industria alimentaria y ganadera, ya experimentaron un alza inmediata en sus precios. Los futuros de commodities agrícolas muestran una fuerte presión hacia el alza, lo que podría repercutir, si no se tomas acciones inmediatas o se da un giro en la guerra comercial vigente, esta podría provocar un incremento en la inflación global.
Si bien es cierto, el impacto económico de la medida, será por tanto más agresiva en la economía norteamericana y fundamentalmente en sus productores agrícolas, quienes se ubican entre los grandes proveedores de soya hacia el mercado de China. Pues la demanda de soya, que según estadísticas en 2024 alcanzó los 14.000 millones de dólares. En 2025 el volumen de exportación se verá afectada considerablemente y con ello, un impacto negativo en la balanza comercial y lo que es peor golpearía severamente el empleo en las zonas rurales.
El efecto global de esta medida, se lo podrá evidenciar mediante la inestabilidad de las cadenas de suministros, que generalmente son corporaciones internacionales que generan derivados agrícolas tanto del maíz, del trigo y la soya, de donde extraen el aceite, alimentos balanceados, biocombustibles, entre otros. Estas industrias se verán obligadas a reconfigurar sus cadenas logísticas, incrementando los costos, cargando de un mayor precio a los consumidores para defender sus márgenes de ganancias.
En lo político, la decisión del gobierno chino, endurecerá las tensiones diplomáticas, tanto con los EE-UU y con otras naciones del mundo, incluidas las latinoamericanas y caribeñas, quienes receptarán esta acción como una agresión indirecta a sus economías. Puede al mismo tiempo, empujar a las naciones a diversificar su producción y buscar alianzas con otros mercados mundiales.
La crisis de la industria agrícola, en medio de la guerra comercial, representa un acto disruptivo que tiene eco en los campos de cultivo hasta las bolsas de valores mundiales que experimentaran abruptas caídas en el universo de las acciones. Si el mundo no responde con estrategias coordinadas y políticas resilientes, podríamos estar asistiendo a un reordenamiento geoeconómico profundo.
Félix S. Pilay Toala
Profesor Universitario
Analista económico y político
Doctor, Economista, Magister en Administración Pública.
Presidente, RED ICALC, (Red de Investigadores Científicos de América Latina y el Caribe).
Director de la Revista Científica “RedCiencia360”
Pilayfelix071@gmail.com