El peligro de la nueva constitución: una carta fundamental pétrea y sobre ideologizada

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Rodrigo Barcia ok

¿Cuál es el escenario más probable, al que nos enfrentamos después de la debacle en la votación del centro político en la elección de los constituyentes?: Una constitución sobre ideologizada y pétrea.

El proceso de la nueva constitución no ha sido todo lo legítimo que se ha señalado. El proceso de elección de los convencionales se ha realizado en plena pandemia, y en el sólo han votado un porcentaje ínfimo de votantes 41.51 % (la izquierda, que es bastante más estratégica en estos procesos, cuando comenzaron los recuentos, y creían que les irían mal, objetaron el proceso culpando al gobierno por la baja votación). Naturalmente que después de los desastrosos resultados para la derecha y para el país, sólo se ha hablado de la legitimidad del proceso. No sabemos por qué un porcentaje importantes de chilenos no fue a votar, en una elección tan trascendental y en un momento electoral respecto del cual es difícil permanecer indiferentes. Concretamente Vamos por Chile (RN; UDI, Evopolis, etc.), obtuvo 37 escaños; Apruebo Dignidad (PC y FA) 28 escaños; la lista del Pueblo 26 escaños; la Lista del Apruebo (Ex - Concertación) 25 escaños y los Independientes por una nueva constitución 11 escaños. A los problemas de legitimidad se suma un sistema electoral contra mayoritario en el cual se ha sobre representado a las minorías, y una aplicación de la ley de género, que ha llevado a que no se elijan a los mejores (incluso ha llevado a que varias mujeres pierdan sus cupos a pesar de haber obtenido mejor votación que el candidato de su lista que ha llenado su cupo). Esto supone que las personas votan por ideas y no por personas (presupuesto que no siempre es cierto). De este modo, 7 hombres y 5 mujeres, o sea 12 constituyentes, entraron a la convención por la ley de género (reemplazando a candidatos/as que tenían mejor votación dentro de su propia lista), y 17 constituyentes han ingresado por los pueblos originarios (con votaciones muy poco representativas), o sea, ya tenemos una distorsión contra mayoritaria de 29 constituyentes (aunque es cierto que respecto de la ley de género se mantiene la tendencia electoral). No se trata de un tema menor.

Dejando de lado este problema evidente de legitimad, cabe señalar que la regla del veto de los 2/3 equivale a que la derecha para tener derecho a veto, debía contar con 51,7 votos (o sea, 52 votos). A su vez, para aprobar el contenido de la nueva constitución se requerirá de 103,4 votos (o sea, 104 votos). La regla del veto de los 2/3 permitía que ningún modelo de sociedad se impusiese, y acá está la tragedia que se avecina: Esta constitución no será políticamente neutra. Se pensó en esta regla por cuanto se trataría de una Constitución de mínimos, que permitiese que los ciudadanos pudiesen optar por modelos de distinto tinte político (a través de modificaciones legales). La tragedia regulatoria se dará por cuanto a la izquierda más radical no le costará demasiado arrastrar a la izquierda más sensata. Es probable que en varios puntos se establezcan enclaves regulatorios de extrema izquierda, en temas como expropiaciones, agua, política impositiva, Banco Central, el sistema electoral, la forma de gobierno, etc. Ahora bien, la votación institucionalizada de izquierda es Apruebo Dignidad (PC y FA) 28 escaños; la lista del Pueblo 26 escaños; la Lista del Apruebo (Ex - Concertación) 25 escaños, es decir, 116 escaños (la DC sólo obtuvo 2 escaños). La izquierda se puede dar el lujo de tener disidencia en 10 votos, o 12 votos si se quiere, y cuenta además con otros tantos convencionales a los que recurrir. Lo relevante de esto es que la constitución una vez aprobada se transformará en una norma pétrea, ya que requerirá de un acuerdo de 2/3 partes de la asamblea (así se denominará seguramente el nuevo legislativo, siguiendo la tendencia chavista imperante en el país). En resumidas cuentas, esta es una paliza electoral que tendrá consecuencias devastadoras para el país. La regla de los 2/3 establecerá un modelo social, económico y cultural que será, como la Constitución de 1980, prácticamente inmodificable, y las elecciones mayoritarias serán impotentes para genera un cambio de rumbo.

Ahora tratemos de analizar una eventual salida a este problema. La verdad es que no sabemos por qué la gente no fue a votar, y si lo hubiese hecho tampoco sabemos si hubiese votado por el centro. La caída de la votación de las votaciones de la centro derecha (Vamos por Chile) y la centro izquierda (Lista del Apruebo) son realmente un problema en la elaboración de una futura constitución. ¿A qué se debe dicha derrota (ya sea producida por la no concurrencia a votar por el centro, o por la baja votación de ambos sectores)? Naturalmente que la anomia normativa (es decir, la violencia desatada en que vivimos) es un tema relevante, pero hay también otro fenómeno que va en la misma dirección, y que afecta a las coaliciones de centro. En la derecha, aunque es normal que haya una sana disidencia respecto de todo gobierno (lo que se llama como el fuego amigo), hay un entreguismo a las ideas ajenas (lo que ha afectado a la centro izquierda), que lleva a que los adherentes de ambos grupos no se reconozcan en ellos. El grado de entreguismo de estos conglomerados es distinto (la derecha se ha entregado a una supuesta social democracia, y la izquierda a planteamientos anti-mercado y anti-demócratas). En la derecha muchos congresistas y candidatos a presidente en lugar de apoyar al gobierno han optado por el camino propio con miras a una quimérica maximización de su votación. A ello se suma una cantidad no menor de intelectuales del sector (no diré nombres), que se han dedicado duramente a atacar al gobierno por defender ideas de derecha. Esto se produce ante el alejamiento de las ideas que han generado acuerdo en la derecha (básicamente a las ideas liberales), que han sido acechadas por otras ideas de derecha. La pregunta evidente a estas alturas es: ¿no se habrán sobregirado? Algunos caudillos (sigo sin decir nombres, pero todos sabemos quiénes son) por su afán electoral y por su insistencia en condicionar sus apoyos al propio gobierno, se han sumado nada menos que a la oposición. Lo realmente increíble de esta posición es que sólo han contribuido alegremente a destruir al gobierno, y sus propias posibilidades electorales. Estos parlamentarios finalmente parecen haber entendido su error cuando desecharon el proyecto de ley de impuesto a los más ricos. Naturalmente que un impuesto contra la inversión –como lo es el impuesto a los más ricos- sólo promueve las ideas de izquierda, y a “los candidatos de izquierda” (no a los candidatos de derecha, aunque traten de asimilarse a los planteamientos de izquierda). La centro izquierda ha sufrido el mismo deterioro por no creer en sus ideas. El papelón del partido socialista demuestra que sus posiciones políticas solo han sido funcionales a la extrema izquierda, que los desprecia. Y la extrema izquierda no desprecia a la centro izquierda por “neo-liberal”, sino porque aquellos no creen en la democracia como se entiende en los países desarrollados, sino como “una democracia popular”. En todo caso el trabajo en la izquierda es todavía más difícil desde que en definitiva muchos de sus representantes dejaron de creer en el centro.

Nada de lo anterior importa pensará usted, por cuanto si la constitución establece un camino hacia la esclavitud, simplemente los ciudadanos la rechazarán mediante el plebiscito de salida, pero ello es difícil que ocurra por dos razones. La primera y fundamental es que la centro izquierda y derecha no estarán dispuestas a jugársela por el rechazo al proyecto de constitución en el plebiscito de salida. Seguramente durante el proceso de elaboración de la nueva constitución la izquierda más de centro seguirá siendo coaptada por una extrema izquierda, mucho más ideológica y estratégica. Y la segunda razón por lo que ello es difícil, es que la nueva constitución ofrecerá “un ofertón de derechos garantizados”, que aunque lleve adosado un presente griego (la destrucción de la economía), será muy difícil de resistir. Sin perjuicio de lo anterior, una estrategia fuerte de rechazo a la nueva constitución, por parte de la derecha, podría además ser una buena estrategia precisamente para lograr una constitución más neutra (esta es una estrategia difícil, pero posible). Un justo temor de los constituyentes al rechazo del proyecto de nueva Carta fundamental, mediante el plebiscito de salida, podría ser un poderos incentivo a la sensatez en la redacción de la futura constitución. Ello jugaría de esta forma por cuanto una constitución que adopte un modelo, que se incline por un proyecto de extrema izquierda (que establezca que no hay cámara de diputados y senado, sino una asamblea; establezca expropiación sobre las mineras; que entienda los derechos de agua son sólo bienes nacionales de uso público, que serán adjudicados a los agricultores a través de favores políticos, impidiendo la inversión en la agricultura; constituya un sistema impositivo expropiatorio; cree un Banco Central intervenido políticamente y un largo etcétera), podría ser rechazada. Sin embargo, para obligar a los 2/3 de los constituyentes a adoptar soluciones sensatas se requiere una clase política, de izquierda y/o derecha, que se ubique en el centro y esté –aunque suene raro decirlo- dispuesta a luchar por sus ideas y por la democracia.


Rodrigo Barcia Lehmann.

Abogado, doctor en Derecho y magister en Economía.

Universidad Autónoma de Chile.



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