El 29 de abril celebramos el Día Nacional del Emprendimiento, fecha que busca visibilizar a quienes emprendieron y también inspirar a más personas a dar el siguiente paso y desarrollar sus ideas. Y es que con mucho orgullo podemos decir que Chile es un país de emprendedores y que más del 98% de sus empresas son micro, pequeñas o medianas.
Hablamos de panaderías, botillerías, talleres, pequeños almacenes de barrio, emprendimientos tecnológicos o familiares, todos ellos emplazados en el corazón de nuestras comunidades y fuente de empleo de millones de compatriotas.
Las mipymes son un motor silencioso que mueve la economía nacional, materializando los sueños de millones de personas, aportando innovación y sobre todo cercanía en un país que necesita más redes, espacios para escucharse y mucha menos burocracia.
Pero ese motor hace mucho que viene perdiendo fuerza, y si seguimos presionándolo podría terminar fundido. Hoy, muchas pymes enfrentan un escenario complejo, con altos precios de insumos, una caída en la demanda, acceso limitado a financiamiento, deudas de arrastre de la pandemia y una competencia que no siempre es pareja.
A lo anterior debemos sumar un contexto internacional incierto, y a pesar de eso, en Chile se exige a las Mipymes que asuman responsabilidades más allá de lo que pueden sostener, a modo de ejemplo: reducción de jornada laboral, alza de impuestos y aumento del salario mínimo.
Subir el salario mínimo sin considerar la realidad concreta de las mipymes es como pedirle a alguien que corra con piedras en los zapatos. Puede que llegue a destino, sí, pero ¿en qué condiciones? ¿Cuántos quedarán en el camino en ese intento?
Urge una mirada más intermedia, más sensata. No hablamos de oponernos a un alza salarial, pero sí de construir una transición posible. Hay que pensar en mecanismos de apoyo reales, graduales e incentivos claros.
A veces olvidamos que no es lo mismo ser una gran empresa que una mipyme. Ambas son empresas, pero no tienen la misma liquidez, no acceden a las mismas líneas de crédito, ni tienen las mismas áreas legales ni financieras para planificar cada paso. Sin embargo, se les exige y se les mide igual, y se espera que respondan con la misma velocidad y similares resultados, lo que no es justo.
Las mipymes no quieren privilegios, quieren condiciones justas para poder seguir aportando. Porque cuando a una empresa de menor tamaño le va bien, no sólo gana su dueño, también ganan sus trabajadores, la comunidad cercana y el país completo.
Si no cuidamos a nuestras micro, pequeñas y medianas empresas, vamos a perder mucho más que negocios, perderemos parte del alma emprendedora de Chile.
María Elba Chahuán,
Vicepresidenta y fundadora de Unión Emprendedora