Cómo recuperar la Senda

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Mauricio MaturanaMarzo de 2025 y Chile se encuentra inmerso en una crisis de seguridad nunca vista; los casos de corrupción salen a la luz todos los días; violencia en las calles, colegios, marchas que en el gobierno opositor del actual en la mayoría de los casos terminaban en destrucción, rayados y desafío a la fuerza de la autoridad (si es que aún la tiene). Los casos de violencia familiar abundan y en lo político, las distintas fuerzas desafiándose para ver quién se queda con la mayor cuota de poder.


Un gobierno accidental como alguien señaló, yo diría de jóvenes con síndrome de Peter Pan rebeldes que intentaron borrar todo atisbo del pasado, como si en ese pasado no hubiera habido aspectos positivos que mantener. En definitiva, un espíritu de ir contra lo establecidos. Bueno, esa irresponsable aventura de esa generación política ha llevado a un país que transitaban por la senda a un progreso y desarrollo no muy lejano. En vez de haber sido la “nueva generación” que podría haber dado el golpe final para llegar a ese tan ansiado desarrollo, hizo todo lo contrario: dio el golpe de gracia para hacer retroceder al país a niveles que ya se había superado. Se usó para ello los peores ingredientes de la receta: el odio, la división, la polarización, la rabia. 


Pero ¿por qué se llegó a eso? Sin duda que serán los especialistas quienes darán un mejor y acertado pronóstico, pero en lo que respecta a un simple ciudadano, sin duda los factores son múltiples. La crisis económica, política, social de alguna u otra forma son más llevaderas que la peor de todas: la moral. 


En un país donde se dejó de impartir Educación Cívica en los colegios y entonar el himno nacional todos los lunes de cada semana; en donde se relajaron las medidas de disciplina es un país que no genera sentido de pertenencia ni respeto hacia lo nuestro desde la más tierna infancia y adolescencia. 


Un país donde la institución de la Familia, como núcleo central de la sociedad, se torpedeó por todos lados evidentemente debilitó esa figura fundamental, pues es ahí donde se enseña los primeros valores, donde se forma a una persona. Cuando los padres pasaron a ser los “amigos” de sus hijos, como si eso fuera mejor que cumplir a cabalidad el rol parental, ese que es capaz de dar amor, afecto y cariño pero a la vez marcar el camino a seguir, enseñar valores como la verdad, honestidad, respeto sobre todo a los adultos mayores, enseñar que “mentir es igual a robar”; cuando el cariño de los padres se comenzó a expresar más en “regalar” cosas materiales para que “no le falte lo que a mí me faltó”; cuando se dejó de enseñar el valor del trabajo que medio digno para alcanzar objetivos, la verdad es que no se podía esperar otra cosa que el estado de decadencia en la cual se encuentra el país. 


Todo esto, a mi juicio, es mucho más grave y profundo que la crisis económica, política que pueda tener el país. Chile necesita más que nunca y de manera imperiosa recuperar instituciones fundamentales para el buen y normal desarrollo de la sociedad. La famosa “relativización” que la clase política trató múltiples temas con fines netamente políticos llevó a nuestra sociedad a que todo puede ser, pero en el fondo nada es. 


Cuando se relativizan las cosas es como ingresar a una habitación revestida con puros espejos. De esta manera, los ciudadanos debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad. Cada vez que hay elecciones pasamos a ser el empleador que contrata a un funcionario público, cualquiera sea el cargo de representación. 


Es un deber tomarnos el tiempo para revisar sus “antecedentes”, no solo académicos sino también acerca de su persona, su integridad. No hacerlo ha provocado un deterioro de nuestra clase política eligiendo a personas que más que aportar al desarrollo han hecho de la política un negocio con intereses plenamente personales, dejando el Bien común de lado. 


Elegir candidatos debe responder a un proceso de análisis profundo, pues esa persona que elegimos influirá en el destino de nuestro país y por tanto en nuestras vidas. Ese es el llamado. Volver a rescatar a las buenas costumbres de nuestro pasado, mejorar las que quizás no eran tan buena y hacer de la disciplina y el orden un imperativo nacional para vivir en paz, armonía y seguridad, dejando de lado esa inepta idea de confundir orden y seguridad con represión. Solo así podremos recuperar de alguna u otra forma esa senda que en tiempo no muy lejano nos llevó a ser un país con más posibilidades de ese añorado desarrollo.



Mauricio Maturana C.

Abogado


europapress