La posible firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Ecuador y Japón podría representar un momento bisagra para el país sudamericano. Pues, no se trata únicamente de abrir fronteras a productos; se trata de redibujar las reglas del juego para sectores estratégicos de nuestra frágil economía. Más cuando, los bloques económicos se endurecen y las alianzas se tornan vitales, acercarse al mercado japonés, la tercera economía mundial más desarrolladas y exigentes del planeta, puede ser una apuesta de alto valor y potentes riesgos que no se deben ignorar.
Japón, es un país reconocido como la tercera economía del mundo, mantiene una altísima producción y tiene además un Producto Interno Bruto, (PIB) per cápita que supera los 40.000 dólares, por mucho tiempo ha mantenido altos estándares de calidad y una población con hábitos de consumo sofisticados. Por tanto, no es solamente un país consumidor de tecnología, sino que al mismo tiempo es una nación importadora de alimentos, energía y materias primas.
Ecuador, por su parte es una economía pequeña e incipiente en vías de desarrollo, pero por su ubicación se vuelve estratégica en la región andina, cuenta con una enorme riqueza agrícola, una rica biodiversidad y una creciente vocación exportadora. Por tanto, TLC con Japón, permitiría a sus productos ingresar con preferencias arancelarias a un mercado que valora la calidad, la sostenibilidad y la trazabilidad de lo que consume.
Bajo este análisis un tanto esperanzador, el sector agroexportador sería el principal beneficiario. Debido a que Japón es uno de los mayores importadores de banano, cacao, atún, camarón y flores, que son productos donde Ecuador ya tiene una sólida presencia a nivel global. Pero al mismo tiempo no hay que desconocer que existen barreras que encarecen el acceso a este mercado, que se relacionan con altos aranceles, requisitos sanitarios y logísticos. Por tanto, en este punto. Un acuerdo comercial permitiría eliminar o reducir esas barreras, volviendo a los exportadores ecuatorianos más competitivos frente a países como Filipinas, Vietnam o Colombia, que ya gozan de mejores condiciones, con el país asiático.
Las flores ecuatorianas, encontrarían en Japón un buen mercado dispuesto a pagar precios premium por rosas y orquídeas de calidad. Lo mismo ocurriría con el café de altura, o con el cacao fino de aroma, que en los últimos años ha mantenido una demanda creciente entre chocolaterías artesanales japonesas. También el camarón, cuya trazabilidad es altamente valorada, tendría todo el potencial para posicionarse como un producto gourmet en cadenas japonesas.
Al mismo tiempo otro sector que podría verse beneficiado es el pesquero industrial y artesanal, especialmente con su producto estrella que es el atún y quizás otras especies de exportación del mar. Japón ha sido el mayor consumidor de atún del mundo, y en este camino la producción ecuatoriana podría acceder a este mercado con mayor volumen y menos aranceles.
Sin embargo, no se puede ignorar o pecar de optimista, pues abrir el mercado a Japón también significa entrar a competir de igual a igual con una de las industrias más eficientes y tecnológicamente avanzadas del planeta. Por ejemplo, sectores de la industria ecuatoriana como el automotriz, electrónica, maquinaria, electrodomésticos y plásticos podrían verse seriamente afectadas por la invasión masiva de productos japoneses a precios competitivos y con una calidad difícil de igualar al menos con la tecnología existente por ahora a nivel local.
La industria nacional, que día a día lucha con altos costos de producción, derivados del ineficiente servicio energético, problemas logísticos y limitaciones tecnológicas, podría verse desplazada si no se establece un periodo de ajuste gradual. Por ejemplo, fabricantes locales de motocicletas y de partes, electrodomésticos y herramientas podrían ser absorbidos por marcas como Honda, Panasonic o Hitachi. Aquí es donde el diseño del TLC se vuelve bastante crucial. Sería necesario preguntarse si en las negociaciones se introducirán cláusulas de salvaguardia, plazos de desgravación progresiva y si se protegerán ciertos sectores estratégicos.
Es necesario preguntarse si la industria ecuatoriana es realmente competitiva, sí, sus productos primarios gozan de ventajas comparativas. Pero si se habla de valor agregado, innovación y estándares técnicos y si fuese necesario hablar de manera objetiva, hay que reconocer que la industria nacional, al momento se encuentra bastante rezagada. Japón como es lógico exigirá más que buen sabor en una fruta, pedirá que se exhiban certificaciones, sostenibilidad ambiental, cumplimiento social, trazabilidad digital y logística de primer nivel. La agroindustria debe prepararse, no solo para exportar más, sino para mejorar.
El TLC, podría dar paso a una “invasión japonesa” de autos híbridos y eléctricos, motocicletas, maquinaria agrícola, herramientas de precisión, electrodomésticos inteligentes y artículos de tecnología de consumo. Esto abaratará costos para el consumidor ecuatoriano y presionará a la industria local a innovar, especializarse o desaparecer y convertirse en comerciantes. Mientras que Ecuador “invadiría” con banano, cacao, camarón de acuacultura sostenible, flores exóticas, quinua, frutas tropicales, madera, aceites esenciales y café de altura. Pero se debe asegurar la logística, los acuerdos sanitarios y el cumplimiento de estándares de calidad.
Un TLC con Japón no debe ser solo una firma simbólica. Debe ser una política de Estado. Una estrategia país. Debe ser acompañado de inversión en infraestructura, educación técnica, certificación de calidad y apoyo al pequeño productor exportador. Ecuador necesita mercados, pero, sobre todo, necesita una visión clara del país que quiere ser.
Félix S. Pilay Toala
Profesor Universitario
Escritor, Analista económico y político
Doctor (PhD), Economista, Magister en Administración Pública.
Presidente, RED ICALC, (Red de Investigadores Científicos de América Latina y el Caribe).
Director de la Revista Científica “RedCiencia360”
Pilayfelix071@gmail.com