Hablar de ciudades inteligentes o smart cities, es hablar de entornos que han puesto la tecnología al servicio de las personas. Es pensar en espacios urbanos donde la eficiencia y la conectividad contribuyen a una mejor calidad de vida. Y en ese contexto, el tránsito y la movilidad son aspectos clave, porque definen la manera en que nos desplazamos y cómo habitamos.
Las ciudades a nivel global han cambiado. Lo mismo hemos observado en nuestro país. Desde la instalación de la primera red de semáforos coordinados en Santiago en los años 70 -cuando los cables subterráneos permitían una sincronización básica entre cuadras- hasta hoy, con sistemas de control adaptativo (en tiempo real) que utilizan sensores, cámaras y algoritmos para ajustar los ciclos según la demanda, hemos sido testigos de una evolución constante.
Pero la pregunta sigue siendo si estamos realmente preparados para los desafíos de la ciudad del futuro. En la actualidad, la congestión, el crecimiento del parque automotriz y la urgencia por reducir emisiones nos exigen seguir innovando. Sin embargo, no se trata solo de tecnología, sino también de contar con buenas políticas públicas y con una institucionalidad sólida que permita tener una mirada integral de la ciudad. Porque una ciudad es mucho más que la suma de sus comunas.
Aquí radica la importancia de los Gobiernos Regionales y su rol de unificar criterios y construir una visión común en busca de óptimos.
Un dato relevante es que cerca del 33% de los semáforos del Gran Santiago se encuentran actualmente desconectados del sistema por problemas de enlaces. Esta es una dificultad que, a lo largo del tiempo, ha enfrentado barreras para acceder a financiamiento estatal, pese a ser transversal a todas las comunas.
Ser una ciudad inteligente no significa únicamente incorporar sensores, inteligencia artificial o plataformas digitales en ciertos sectores. Implica usar estas herramientas para mejorar la vida de quienes la habitan, considerando a la ciudad como un todo. Es priorizar la seguridad de peatones, ciclistas y personas con discapacidad o movilidad reducida. Y es, además, aprovechar estratégicamente la información para tomar decisiones más sostenibles, equitativas y efectivas desde la Unidad Operativa de Control de Tránsito.
En el ranking mundial de ciudades inteligentes 2025, elaborado por el Centro Mundial de Competitividad de IMD, se destacó que las ciudades de Zúrich, Oslo, Ginebra, Dubái y Abu Dabi fueron las que lideraron la tabla, gracias a su capacidad de combinar innovación tecnológica con la planificación urbana centrada en el bienestar ciudadano. En ese mismo índice, Chile ocupa el puesto 120 de un total de 146, lo cual nos plantea un gran reto por delante.
Las tecnologías que se implementen en nuestras ciudades deben seguir ese ejemplo: adaptarse y evolucionar frente a los nuevos desafíos. Para lograrlo, necesitamos generar alianzas público-privadas que permitan abordarlos de manera conjunta. Solo así podremos mejorar la calidad de vida y construir una mejor ciudad.
Por Rodrigo Espinoza, gerente general de AUTER