"Corrupción e Impunidad: Un Llamado a Recuperar la Brújula Moral" a la Luz de Isaías 3:1-15

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Juan David Quijano

Tal vez uno de los libros más proféticos de la Biblia es “Isaías”, escrito en el siglo VIII a.C.


Isaías, inspirado por Dios, advirtió a su generación de las consecuencias de su desobediencia y de las promesas de restauración para quienes se volvieran a Él.


En Isaías capítulo 3 se describe un periodo de juicio debido al mal comportamiento y corrupción moral del pueblo de Dios. En el párrafo del 9 al 12 de este mismo capítulo, el profeta denuncia el impacto devastador que la corrupción y el pecado tienen sobre una nación, cuando dice: “La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; como Sodoma, publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay de ellos! Porque han traído mal para sí mismos... ¡Pueblo mío! los que te guían te engañan y tuercen el curso de tus caminos.” (Isaías 3:9-12, NVI).


Este pasaje realiza una acusación directa sobre la conducta moral de las personas, y de sus líderes, lo que erosiona los cimientos de una nación.


Los líderes son responsables de guiar al pueblo en justicia y verdad, pero la falta de arrepentimiento y de un espíritu crítico frente a la decadencia moral, como la violencia, el robo, el abuso y la deshonestidad, no es solo indicativo de una conciencia adormecida, sino también, una señal de que la justicia podría estar siendo distorsionada.


En Isaías 3:10, la justicia se presenta como una cualidad individual, al decir que “el justo comerá del fruto de sus manos”, esto significa que quienes se mantienen fieles a los principios de Dios, a pesar de estar rodeados de corrupción, disfrutarán de las bendiciones de su integridad. En contraste,acerca de los que desobedecen, se advierte que les irá mal, porque “según las obras de sus manos le será pagado".


La justicia de Dios es infalible, y aunque los corruptos parezcan prósperos y poderosos por un tiempo, sus acciones les traerán consecuencias negativas, sólo basta con mirar un poco los noticieros para darse cuenta de esta verdad.


La corrupción y la impunidad o la falta de rendición de cuentas son señales de una sociedad que está perdiendo su brújula moral, por eso quizás en Eclesiastés 8:11 se nos dice: "Cuando no se ejecuta rápidamente la sentencia contra un delito, el corazón del pueblo se llena de razones para hacer lo malo" (NVI). La falta de consecuencias frente a un crimen o un delito lleva a las personas a pensar que pueden actuar sin temor y al margen de la ley. El retraso en la justicia puede generar una sensación de impunidad y la ausencia de un castigo podría interpretarse como una oportunidad para seguir haciendo lo malo.


Una sociedad que acepta y justifica la maldad está destinada a enfrentar las consecuencias de sus acciones, por cuanto la justicia de Dios es inmutable y lo que fue malo hace mil años, sigue siendo malo hoy en día, aunque le cambiemos el nombre o intentemos adornarlo en su exterior.


La falta de justicia y la impunidad erosionan los valores de una sociedad, por eso, Isaías resalta la justicia divina, donde los justos recibirán la recompensa de su integridad.


Creo que este mensaje sigue plenamente vigente, recordándonos que la verdadera restauración solo es posible cuando las personas y las autoridades se vuelven a los principios de Dios.



Juan David Quijano


europapress