2021: Escucharnos más

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Luis Riveros (columnista)


El año que se nos va estuvo marcado por una seguidilla de desarrollos negativos. La historia lo recordará como el año de quiebre en muchas tendencias que se venían dando en la sociedad chilena y que, para bien o para mal, proseguirán una evolución distinta y con resultados aún impredecibles. La historia, que es el impulso interpretativo del pasado, dará cuenta de este hito en el tiempo que nos ha tocado vivir y que dejará en todos y cada uno secuelas muy marcadas.

En primer lugar, fue un año en que continuaron las protestas iniciadas en el último trimestre del año 2019, y que dejaron en ese entonces una huella negativa en materia económica. Aún se discute el origen verdadero de esas manifestaciones, que en gran medida, aunque no exclusivamente, encuentran su explicación en una mezcla de frustración social y altas expectativas, hábilmente explotadas para convertirle en una ebullición como lo ha sido. Complementada por el delito activo, una violencia injustificada y los impedimentos para un adecuado control policial, esas manifestaciones continuaron durante el año 2020, aún con las mismas connotaciones de manifestaciones sin líderes, sin agenda, sin conducción; solamente una manifestación anárquica basada en slogans de fácil reproducción. De los cientos de miles de manifestantes de Octubre del 2019, mayormente en una disposición pacífica para llamar la atención sobre la problemática social envuelta, se ha pasado a manifestaciones de unos pocos cientos y marcada por inusitada violencia y ánimo destructor, sin excluir comercios, pequeñas empresas, edificios corporativos y hasta iglesias. El año 2020 está marcado por este tipo de asonada, que la ciudadanía no entiende a pesar de existir originalmente un trasfondo del cual nadie se está haciendo cargo en materia de política pública. También entra aquí en juego un nuevo actor, que ha pasado de ser marginal a ser decisivo en muchos aspectos: el narcotráfico y todas sus ramificaciones y eventuales nexos con el poder político.

Pero sobrevino además la pandemia en su más virulento desarrollo, afectando la vida normal de la ciudadanía. Sometidos a encierro, con muchas pérdidas de vidas y con severas restricciones para el trabajo y el estudio, esta pandemia ha sido un detonante de muchos otros problemas, a la vez que la revelación de situaciones estructurales que permanecían escondidos a los ojos de la ciudadanía. Es cierto, las políticas adoptadas para contender la pandemia han sido catalogadas entre las mejores en el mundo; también ha sido destacado el esfuerzo del personal de la salud y la prevención que se ha tenido en orden a proveer adecuados equipos y medios para tratar a los enfermos. El año 2020 está marcado por el temor al contagio, y por dos cuestiones que subsistirán: El individualismo, incentivado por las normas de protección que prevalecen, y las tecnologías comunicacionales que dominan ahora el desempeño en el trabajo y la educación.

Producto de la pandemia y la protesta, ha acaecido un brutal decaimiento de la actividad económica. Ya se había hecho presente en el último trimestre de 2019, pero en este 2020 ya se advierte que el PIB descenderá en cerca de 6%, mientras que el desempleo corregido está sobre el 20% de la fuerza de trabajo. El déficit fiscal y la deuda pública externa se han disparado y existen serias dudas acerca de la evolución de la inversión bajo el actual escenario de expectativas pesimistas. El año 2020 se recordará como el punto de quiebre para la economía chilena que había ya comenzado a escalar posiciones hacia el desarrollo económico. Ahora tiene además que asumir en forma activa la difícil realidad social que debe enmendarse para darle sentido al concepto de equidad

La salida política que se implementó para tratar con el descontento es la elaboración de una nueva Constitución. Sobre esta materia se dibujan muchas ideas y propuestas, alimentando muchas de ellas el deseo de que ese nuevo pacto social otorgue caminos de solución a nuestros graves problemas de arrastre: pensiones insuficientes, salud y educación pública con severas fallas organizativas y falta de recursos. Más allá del deseo o el idealismo, muchas aspiraciones quedarán insatisfechas a pesar de los discursos. Un problema, además, es que este 2020 también pone bajo severo cuestionamiento a los Poderes del estado, haciendo poco viable su accionar para corregir y emprender nuevas medidas. El 2020 nos deja un Parlamento desprestigiado, un Poder Ejecutivo mal evaluado y un Poder Judicial cuestionado en sus bases mismas. Esta es la crisis institucional que lega el año que se nos va, y sobre la cual no hay realmente propuestas válidas y eficaces.

Todos esperamos que el 2021 sea mejor en términos relativos a este año que nos deja. Seguramente lo iniciaremos con un severo rebrote del COVID19, pero también con la esperanza que abre la vacuna en aplicación. Todos esperamos un repunte económico que no devolverá lo retrocedido, pero al menos alentará una total recuperación para el 2022. Pero los problemas estructurales permanecerán; el desprestigio de los políticos, la ineficacia de los Poderes del Estado para enfrentar los problemas sociales vigentes, y una discusión más bien superficial de una nueva Constitución que no podrá ser una mera declaración de igualdad de oportunidades para obtener una sociedad más integrada. Tendremos todos que aprender a escucharnos mucho más para poder avanzar y legar un mejor Chile hacia el futuro.



Prof. Luis A. Riveros 

europapress