Buen gobierno implica cumplir al menos tres condiciones para tener solvencia ante la natural oposición y conservar la conducción y liderazgo ante la ciudadanía. En primer lugar, se requiere compromiso con los lineamientos que sostuvieron las propuestas formuladas para su elección. Para el ciudadano es importante mantener la confianza en el gobierno que ha elegido, y no es sostenible decepcionarlo aún cuando prevalezca una comprensión sólo superficial de los aspectos programáticos. Esto último requerirá permanente educación en los aspectos más complejos de iniciativas con impacto diferenciado en el tiempo. En segundo lugar, un gobierno no puede gobernar en función de encuestas, especialmente cuando es la lectura superficial de las mismas lo que abunda bajo la presión de los medios. Es importante mantener la consistencia del curso de acción prometido, aún cuando se deba enfrentar una oposición que debe jugar su obligación en cuanto a deshacer el prestigio y consistencia del gobierno. Pero éste no puede dar lugar a la sospecha de estar puramente reaccionando a los temas coyunturales, sin un claro norte en torno a sus compromisos fundamentales, y por ello debe procurar no envolverse en debates cortoplacistas o puntuales que desvían la atención de los temas más importantes En tercer lugar, y esto es un aspecto crucial, un gobierno debe escuchar a la gente, especialmente en una sociedad que demanda más democracia directa y una ciudadanía que expresa claramente sus prioridades. El electorado se aleja del gobierno y de la política en general, cuando percibe que las discusiones se mantienen a un nivel lejano de sus aspiraciones. Pero también la ciudadanía resiente que el gobierno “parezca” lejano en cuanto a los temas que a ella le interesan, lo cual demanda una política comunicacional sólida y estratégica.
Estamos cada vez más envueltos en debates poco significativos, desviando la atención de los temas que efectivamente interesan a la ciudadanía, como es seguridad, salud pública o el complejo tema del pago de contribuciones, entre otros. No percibe que muchas veces las discusiones vigentes tributen a sus prioridades, poniendo también de relieve la existencia de un serio problema comunicacional. Lo peor para el país es la sensación de que el gobierno pierde el norte en medio de debates puramente coyunturales.
Prof. Luis A. Riveros