El Banco Central de Chile ha sorprendido recientemente al anunciar el inicio de un programa de acumulación de reservas internacionales, con una proyección de duración de tres años. Esta decisión, que ha generado diversas reacciones en los mercados financieros y en el ámbito político, abre un debate profundo sobre los efectos que esta estrategia puede tener en la economía nacional. ¿Se trata de una medida prudente en un contexto global incierto o de una decisión que podría generar distorsiones internas?
Los argumentos a favor: blindaje ante lo incierto
Uno de los principales fundamentos para la acumulación de reservas es el fortalecimiento de la capacidad del país para enfrentar shocks externos. En un mundo marcado por la volatilidad financiera, guerras comerciales, tensiones geopolíticas y la aún persistente fragilidad postpandemia, tener un colchón de reservas puede ser clave para asegurar la estabilidad macroeconómica.
Además, contar con mayores reservas internacionales mejora la percepción de solvencia del país ante organismos internacionales y calificadoras de riesgo. Esto puede traducirse en mejores condiciones de financiamiento para Chile y sus instituciones públicas y privadas. La medida también puede ser vista como una señal de responsabilidad fiscal y monetaria en un entorno donde muchos países están adoptando posiciones defensivas frente al dólar fuerte y al endurecimiento de las condiciones financieras globales.
Los riesgos y costos del programa
Sin embargo, esta decisión no está exenta de críticas ni de efectos colaterales. En primer lugar, la acumulación de reservas implica que el Banco Central interviene activamente en el mercado cambiario, comprando dólares y, por ende, presionando al alza el tipo de cambio. Esto puede generar una depreciación del peso chileno, encareciendo las importaciones y afectando a los consumidores con una inflación importada en el corto plazo.
Otro punto que considerar es el costo de oportunidad. Para comprar reservas, el Banco Central debe emitir instrumentos de deuda interna, lo cual puede tener un impacto en las tasas de interés y en el gasto fiscal, aunque sea indirecto. En una economía que aún busca consolidar su recuperación y que enfrenta desafíos sociales urgentes, como salud, educación y pensiones, surge la legítima pregunta: ¿es este el mejor uso de los recursos en este momento?
Finalmente, el exceso de intervención en el mercado cambiario puede generar distorsiones y expectativas poco saludables en los agentes económicos, afectando la credibilidad del régimen de tipo de cambio flotante, que ha sido una de las anclas de estabilidad en las últimas décadas.
¿Hacia dónde vamos?
La medida del Banco Central puede entenderse como un seguro frente a un entorno externo complejo, pero debe ir acompañada de una comunicación clara y transparente sobre sus objetivos, mecanismos y límites. Es fundamental que no se convierta en una intervención encubierta para manipular el tipo de cambio ni en una fuente de incertidumbre para los agentes económicos.
En tiempos de incertidumbre, las reservas son un activo estratégico. Pero como todo seguro, su valor está en el equilibrio entre costo y beneficio. La vigilancia y el debate público sobre esta política serán claves para asegurar que se mantenga ese equilibrio.
Dr. Francisco Javier González Puebla
Director Carreras Administración
CFT-IP Santo Tomas – Viña del Mar