En un escenario donde la salud y el bolsillo familiar enfrentan desafíos crecientes, las cifras devenir verdaderamente preocupantes. En la última década, el consumo per cápita de agua en Chile ha mostrado un aumento, lo que denota una mayor conciencia respecto a la hidratación. Sin embargo, esta tendencia positiva convive con otra más alarmante: el consumo de bebidas azucaradas triplica el promedio mundial.
El balance de la salud pública chilena muestra un costo tremendo. Según datos de la Universidad de Harvard, las bebidas azucaradas provocan 180 000 muertes al año en todo el mundo. En Chile, un estudio de Circulation relaciona directamente 459 muertes anuales con el consumo de estas bebidas, identificando como principales causas enfermedades cardiovasculares, diabetes y algunos tipos de cáncer. Además, estudios recientes señalan que tanto las versiones endulzadas artificialmente como las que contienen azúcar agregada están asociadas a un aumento del riesgo de fibrilación auricular, una arritmia cardíaca grave.
A esto se agrega el impacto económico para las familias chilenas. Según la VII Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, los hogares destinan el 10,38 % de sus ingresos exclusivamente a bebidas y jugos, una cifra que ha ido al alza. Según Claudio Brinkmann, cofundador y CEO de Maihue, "el consumo de bebidas en lugar de agua no solo es perjudicial por su contenido de azúcar, también representa una carga económica grave para muchas familias".
Por otro lado, El estudio del Instituto de la Universidad de las Naciones Unidas sobre el consumo de agua embotellada muestra que este recurso esencial se vende hasta mil veces más caro que su valor real. La situación resulta aún más grave si se considera que solo el 11 % del agua que se utiliza en el país se destina al consumo humano según información de la Dirección General de Aguas.
El exceso de sedimentos en la red pública en diversas comunas agrava el problema. En lugares como Colina, Ñuñoa y Santiago Centro, la concentración de partículas en el agua puede alcanzar los 1 000 mg/L, niveles que si bien no impiden la potabilidad, generan desconfianza y rechazo por parte de los consumidores.
La industria del agua embotellada ha aprovechado esta situación, convirtiéndo en un negocio lucrativo mientras deja de lado una responsabilidad social ineludible. Bajo estas condiciones, beber agua limpia y purificada pasa a ser un privilegio.
Maihue propone una solución sólida y real: dispensadores conectados a la red domiciliaria que purifican el agua mediante ósmosis inversa y procesos de mineralización. Esta alternativa permite entregar agua segura, de excelente sabor y a una fracción del costo actual de las botellas. Según Brinkmann, esta tecnología puede generar un ahorro casi de un 100% por hogar, eliminando el gasto habitual en agua embotellada y bebidas azucaradas.
La propuesta de Maihue se presenta como una respuesta inmediata tanto a los problemas de salud pública como a la carga económica que enfrentan las familias. Con un modelo que busca democratizar el acceso al agua purificada, la empresa apuesta por escalar su tecnología a lo largo del país.
En un momento donde el consumo de bebidas azucaradas y agua embotellada se ha disparado, el cambio hacia una cultura hídrica más justa, sana y accesible resulta urgentemente necesario. Cuando la salud y la economía familiar están en juego, el agua purificada debe dejar de ser un lujo y convertirse en un derecho al alcance de todos.