Agravio

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Luis Riveros

Los símbolos patrios son emblemas que representan el sentido unitario de una nación, y proporcionan un medio de identificación de una población en torno a los valores integrativos. La bandera nacional, por ejemplo, es un medio que pretende identificar a un pueblo en base a su historia y por medio del significado alegórico de emblemas y colores. En todos los países la bandera es el símbolo de una patria integrada, de una historia reivindicada y de aspiraciones sentidas y transversales a grupos, ideas y proyectos. Por eso, se pasea y levanta con orgullo, a través de distintas expresiones grupales al interior de una nación. La bandera simboliza estados, regiones, lugares y hábitats, y sus poblaciones adhieren a ese sentido integrador de Nación que les cobija. En definitiva, la bandera es reflejo de una historia nacional y de los valores que se han construido a lo largo del tiempo en torno a la idea de patria y de ideales comunes, por encima de las diversidades.


Por esa razón sufrió una amplia condena el prosaico acto de degradación de la bandera que tuvo lugar a fines del año 2018, el cual pretendió presentarse como una manifestación de arte. Y también aquel otro en que, a modo de una inentendible protesta, una persona trapeaba el piso con la bandera nacional. Si había algún mensaje de parte de tales infames actos, ello sufrió el rechazo más generalizado, tal y como el uso de otros emblemas que aparecen como representantes alternativos de la nación que somos, y que pretenden cuestionar su integración política, geográfica, económica y social. Prueba de ese rechazo es que, en cada manifestación multitudinaria, la bandera chilena se luce por sobre diferencias sociales y de cualquier otro tipo. Es la verdadera demostración de una nación integrada y que es capaz de resolver sus disensos internos del modo cómo prescriben los cánones de la democracia, del respeto mutuo y de la adhesión a una historia y futuro comunes.


Esos fueron demostraciones indebidas y minoritarias auspiciadas por personas o grupos con fines inconfesables. Pero cosa distinta es cuando esos actos irrespetuosos con los emblemas nacionales se efectúan por medio de iniciativas públicas, utilizando los medios del Estado y sorprendiendo de ese modo a la ciudadanía. Así ocurrió hace poco en el propio museo de Bellas Artes, centro de la cultura nacional y depósito de las muestras más emblemáticas de nuestro arte en todas sus manifestaciones. Allí se pretendió, a través de exhibiciones verdaderamente incomprensibles, desmembrar y desfigurar nuestra bandera, sometiéndola a un ultraje que no tiene justificación y que pretende convertirse en un mecanismo de “educación ciudadana”, que debilita las bases de la nación que somos. Se puso a la estrella como objeto del ultraje, desfigurándola en forma y color, para simbolizar no se sabe que avieso designio. En suma, un agravio contra el emblema más querido por el pueblo, y más venerado por quienes algo saben del devenir histórico nacional y han aprendido del esfuerzo por conservarnos dignos herederos de una historia y de un respeto hacia nuestras tradiciones y símbolos. No sabemos que se podría enseñar a las nuevas generaciones a partir de esa muestra, teniendo en cuenta esta “lección” que se induce a través de una de las entidades cuyo fin debiera ser la protección del patrimonio cultural y artístico de Chile.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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