​Un Estado ausente

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Eduardo Kovacs

En Chile, hablar de infancia vulnerada se ha convertido en una frase recurrente, cargada de dolor, pero vacía de consecuencias reales. Mientras la clase política intercambia buenas intenciones y discursos, las residencias que acogen a niños, niñas y adolescentes víctimas de abandono, violencia o negligencia extrema enfrentan una crisis financiera profunda, prolongada y peligrosamente invisibilizada. Una crisis que, si no se enfrenta con decisión, puede terminar por clausurar décadas de trabajo silencioso, comprometido y profundamente humano.


La Fundación Refugio de Cristo, con más de 70 años de labor en la Región de Valparaíso, es testigo directo de esta realidad. Sostenemos actualmente cuatro residencias para niños y niñas, un hogar de adultos mayores en situación de abandono (ELEAM) con 70 residentes, y dos liceos técnicos, todos bajo un principio intransable: la defensa de la dignidad humana.


Sin embargo, este modelo hoy es financieramente insostenible. Y no porque hayamos hecho mal las cosas. Al contrario: cumplimos con todas las exigencias del Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia (Mejor Niñez), desde rigurosos estándares técnicos y administrativos hasta planes de intervención complejos, controles permanentes y auditorías. Pero lo hacemos con un financiamiento estatal que apenas cubre el 65% de los costos reales de funcionamiento.


Y esto no es solo un problema de financiamiento administrativo. Hoy atendemos a niños, niñas y adolescentes que llegan con mayores niveles de daño emocional, graves problemas de salud mental y profundos vacíos afectivos, producto de contextos de vulneración cada vez más extremos. A eso se suma que el Estado ha elevado las exigencias normativas, los estándares de infraestructura y los requerimientos administrativos. Pero esa mayor exigencia no ha venido acompañada del financiamiento adecuado. No puede ser que esa carga recaiga exclusivamente sobre las fundaciones ni que se espere que se sostenga únicamente con caridad.


¿Puede un país que se dice moderno tolerar semejante contradicción? ¿Puede el Estado delegar en fundaciones la protección de la infancia más vulnerable y luego dejarlas solas, sin el respaldo necesario? Las fundaciones no somos un parche. No somos un plan B. Somos parte de una red de protección que necesita decisión política y recursos estables.


Mientras tanto, en terreno, la situación es crítica. Cada mes debemos cubrir costos en alimentación, medicamentos, personal especializado, transporte, educación, salud mental y reparaciones urgentes, todo mientras los aportes estatales siguen siendo insuficientes, burocráticos y tardíos.


Hoy que estamos en época de definiciones políticas, es el momento de que los candidatos presidenciales y parlamentarios asuman este desafío como una prioridad nacional. “Los niños primero” no puede seguir siendo un eslogan vacío. Tiene que traducirse en políticas públicas reales, en presupuestos adecuados y en un compromiso sostenido.


Si no lo hacemos hoy, mañana será demasiado tarde. No para las fundaciones. Para los niños.


Eduardo Kovacs, 

Presidente de Fundación Refugio de Cristo

europapress