Planificación urbana con foco en la salud de los ciudadanos

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AMERICO IBARRA


La urbanización acelerada y el crecimiento exponencial de las poblaciones urbanas han planteado desafíos significativos en la manera en que concebimos y planificamos nuestras ciudades. Incorporar la salud pública como variable interviniente en la planificación urbana tiene el potencial de transformar no solo el entorno físico, sino también la calidad de vida de sus habitantes. Planificar la ciudad pensando en la salud pública significa priorizar el bienestar de las personas a través de un diseño urbanístico que fomente estilos de vida saludables, garantice el acceso a servicios sanitarios y promueva un entorno social y ambientalmente sustentable.


La creación de espacios públicos accesibles, seguros y agradables; parques, plazas y áreas recreativas son esenciales para fomentar la actividad física, socializar y mejorar la salud mental de los ciudadanos. La integración de senderos peatonales y ciclovías promueve por un lado el ejercicio y por el otro disminuye la dependencia de vehículos motorizados contribuyendo a la reducción de la contaminación ambiental y a la mejora de la calidad del aire.


El proceso de planificación urbana enfocado en la salud pública considera también como necesario el acceso equitativo a servicios de salud (cualquiera sea su nivel). Es vital que las ciudades se organicen de tal manera que todos los ciudadanos, independientemente de su condición socioeconómica accedan a una atención de calidad. Esto incluye la ubicación estratégica de hospitales, clínicas y centros de salud, así como la garantía de conectividad y servicios de transporte público eficientes que faciliten el desplazamiento a estos lugares. Pero no sólo se deben considerar centros de carácter resolutivo sin o que también la existencia de servicios de salud comunitaria que promuevan la prevención y educación en salud en el entorno local.


La atención a la salud pública implica necesariamente considerar también los factores ambientales que influyen en el bienestar de los ciudadanos. La planificación urbana debe abordar la calidad del aire, el acceso al agua potable y la gestión adecuada de los desechos, pero también la disponibilidad de áreas verdes, que no solo mejoran la estética de la ciudad, sino que también actúan mejorando la calidad del aire, proporcionando un refugio para la biodiversidad y un espacio para la socialización y descanso, contribuyendo además a mitigar los efectos del cambio climático en las personas, como por ejemplo la exposición a altas temperaturas.


Debemos hoy más que nunca avanzar en un enfoque integrador y multidimensional en la planificación urbana que nos permita enfrentar los retos del presente y garantizar espacios que contribuyan a que la física y mental de todos los ciudadanos sea una prioridad compartida.


Américo Ibarra Lara

Director Observatorio en Política Pública del Territorio

Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido

Universidad de Santiago de Chile

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