Mucho se ha insistido en los problemas que arrastra la educación chilena. Los mismos se ven infortunadamente ilustrados por las acciones violentistas de grupos de personas que actúan desembozadamente en colegios públicos de Santiago. Se trata allí de problemas de organización y control, más relativo a temas de seguridad que al ámbito estrictamente educativo. Es en este último ámbito, sin embargo, donde subsisten problemas de orden más general y que no son abordados en la discusión política de modo explícito, puesto que requieren compromisos que van mucho más allá de un período presidencial o de la propia actividad legislativa. Tales problemas, sin embargo, requieren una acción basada en una propuesta definida que se pueda sostener a lo largo del tiempo, la cual no se registra en el debate político. En primer lugar, el problema no parece radicar esencialmente en un posible desfinanciamiento, ya que según las estadísticas comparativas Chile emplea en educación aproximadamente el mismo monto de recursos, como proporción el PIB que los países que encabezan la lista en la OCDE. Es cierto: gran parte del financiamiento es privado, mientras que la mayor parte de esos recursos van a educación superior en desmedro de los niveles educativos preescolar, básico y medio. Por ello, hace falta un diagnóstico en específico sobre esta materia que se ha constituido por medio de decisiones políticas sucesivas, como es el caso de la gratuidad de la educación superior que ha atentado contra el mejor desempeño y cobertura de los otros niveles educativos. Este es algo que requiere discusión y diagnóstico, especialmente cuando se planea un nuevo proyecto (FES) que significa una aún mayor carga para el Estado en beneficio de la educación superior.
El problema de nuestra educación se ilustra dramáticamente en los pobres resultados que ella muestra considerando el rendimiento en pruebas nacionales y las comparativas internacionales. Por cierto, la educación pública es la que se mantiene, a pesar de las excepciones, en una situación de mayor decadencia en materia de rendimiento. Pero más allá, hay múltiples señales de que la formación que están recibiendo nuestros niños y jóvenes es insuficiente en aspectos como ciudadanía, respeto por el otro(a) y desarrollo de valores consistentes con una sociedad que aspira a ser más solidaria y verdaderamente humana. Hay un déficit en estas materias que va mucho más allá de programas de estudios y entrega de contenidos, sino que alude a la ausencia de una pedagogía activa en pos de mejorar no sólo conocimiento y dominio de los temas, sino también actitudes básicas para una mejor vida en sociedad.
Existe la necesidad de reenfocar la formación pedagógica. La misma en los días actuales precisa de un mayor énfasis en los temas tecnológicos al que tienen o pueden tener acceso los estudiantes. Los retos que representa el uso de las redes y la IA son evidentes en materia formativa, y es necesario que los programas y acciones que se llevan el aula consideren esta nueva realidad. Pero la dimensión humana es también crucial, por lo que es indispensable que la familia se incorpore activamente al proceso educativo. Para ello, los padres deben sentirse atraídos por la actividad escolar, para no ser solamente depositarios de los déficits y limitaciones que muchas veces reclaman los profesores. Y la formación de los estudiantes debe girar mucho más en torno a la idea de proyectos que emprendan ellos mismos basados en objetivos de aprendizaje debidamente dimensionados y bajo una adecuada guía. Todo esto requiere una renovada formación pedagógica.
Las instituciones formadoras de profesores deben postular cambios relevantes en la estrategia formativa considerando el rol que debe jugar el profesor en una educación renovada en el campo de la integración social. Esto muchas veces se contradice con las ideas de autonomía universitaria y los proyectos educativos específicos de cada institución de educación superior. Equivocadamente la política pública parece haberse concentrado en el intento de elevar la calidad de los alumnos de pedagogía por la vía de aumentar los puntajes de selección. Poco redundará esto en resultados efectivos, considerando que hay un tema vocacional que se descuida y retos en materia de formación pedagógica que no están siendo debidamente abordados.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central