¿Servirá de algo seguir rasgando vestiduras?

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Mario Astorga

A la mayoría de los chilenos nos duele y sorprende que será formalizado en los próximos días el Director de la PDI, y que eso se sume a la formalización del General Director de Carabineros, que eso se suma a todas las implicancias de los audios del caso Hermosilla. Por otra parte, en la misma semana, nos enteramos que hay campamentos de tomas informales, con luz, agua y algunas casas bien construidas, de más de 25.000 habitantes. Para hacerse una idea de la magnitud, Chile tiene 346 comunas, y ese campamento estaría entre las 100 comunas más grandes de Chile. Por ello es inaudito que no se conozcan acciones concretas de los alcaldes, concejales, diputados y senadores del distrito, ni de los ministros encargados de vivienda, obras públicas, seguridad, educación, entre otros.


No podemos seguir haciéndonos los ignaros. Hay un grupo importante de chilenos que es corruptor o corruptible, o que al menos no asume sus responsabilidades políticas. Por otra parte los egos en la política son tan exagerados que hay partidos casi insignificantes electoralmente que no logran ponerse de acuerdo en quien debiera ser el presidente del Senado o quienes deberían presidir las comisiones del Senado o de la Cámara.


Chile lleva años informándose de corrupciones: de las FFAA, de Carabineros, de los partidos políticos, de los políticos con o sin partido, de las empresas que se coluden o que hacen abuso de posición dominante con sus pequeños proveedores, empresas que hacen cohecho pagándole a políticos por obtener leyes beneficiosas o permisos especiales, directores de empresa que actúan en contra de los interesas de los accionistas minoritarios, etc


A la única conclusión que uno puede llegar, es que esto, la corrupción, siempre ocurrió, solo que ahora se sabe; sin embargo, la gran mayoría de los chilenos no lo sabíamos y todos los días tenemos que ser informados de una nueva corrupción. La moral del país casi no podría ser estar más debilitada, sin embargo todos los días aparece un nuevo caso que nos duele, nos indigna y nos destruye moralmente.


He llegado a la convicción que un cierto sector de la sociedad se acostumbró a tener el poder y hacer negocios permitidos y no permitidos y con el respaldo del poder lograban leyes en su beneficio e incluso podían utilizar la fuerza pública para sus intereses; ya sea para controlar a los trabajadores que pedían un sueldo menos indigno como en santa María de Iquique, o los jóvenes nacionalsocialistas asesinados después que se habían rendido en el Seguro Obrero. Hoy ya no pueden usar la fuerza pública para sus intereses, pero siguen infiltrados en el gobierno, el parlamento, los tribunales y los municipios. Hermosilla tiene miles de discípulos que creen que tienen derecho a usar la “vía rápida” para lograr sus objetivos, obtener su permiso o su ley, o su reducción de impuestos, o delinquir sin castigo.


Es tanto el maquivelismo que se observa por doquier que a estas alturas ya me cuesta pensar que en el caso SQM hayan sido los políticos los que fueron a pedir plata, o si fue la empresa la que salió a buscarlos para tener aliados en la negociación de sus futuras concesiones y de paso tener poderosas armas para manipular o desprestigiar a los políticos de todos los sectores, y muchos políticos, débiles y con pie de barro, cayeron felizmente en la trampa que les permitió tener más recursos para sus campañas. De manera similar PENTA utilizaba boletas ideológicamente falsas para financiar las campañas de los candidatos de su sector, convirtiendo de una plumada la democracia en una plutocracia.


Con tanto maquiavelismo en escena tengo el derecho a desconfiar del como dirigentes de todos los partidos políticos llegaron a ser sostenedores de colegios particulares durante la dictadura, lo que facilitó que la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, LOCE, haya permanecido inamovible más de 15 años después que la dictadura terminó, incrementando la desconfianza de la población en los políticos.


Hoy día hay un coro que pide la salida inmediata del director de la PDI, coro que va desde la extrema derecha a la extrema izquierda. ¡Fariseos!, me cuesta creerles. No porque todos sean corruptos, hay unos pocos que se salvan, sino porque dudo que la mayoría de ellos no supiera que así se tejían y se siguen tejiendo muchas cosas en Chile; una llamada al amigo de un amigo pidiendo información, consiguiendo antecedentes confidenciales, financiando campañas con recursos públicos, sean de los municipios o sean de los ministerios, etc. Cuando estalló el caso PENTA, hubo varios políticos que dijeron “pero si todos sabíamos que era así”; yo me encolerizo por el resto, por los que nunca hemos tenido grandes posiciones de poder y que nos sentimos burlados, acongojados, enrabiados, apenados porque un grupo de la sociedad, del que no sabemos su tamaño, ha decidido hacer todas las cosas a “su manera” y no conforme a las normas y a las leyes que nuestra sociedad se ha dado.


Es vergonzoso que aunque un magro 5% de la población se siente identificado con algún partido político, finalmente, y producto de la ley electoral que los mismos políticos han hecho, el 95% de los cargos directivos de la administración del Estado sean ocupados por militantes. Esa desproporción entre valor político (5%) y poder político real (95%) es, a mi entender una de las principales razones que tienen quebrada moralmente a nuestra sociedad. La desproporción de poder entre grandes empresas que proveen menos del 40% del empleo en Chile, pero que controlan y manipulan más del 90% de la vida económica del país, es otra de las incongruencias morales.


Durante décadas creímos que nuestro país no era corrupto, que éramos un país meritocrático donde la extrema pobreza, podía convertirse en pobreza y esta acceder a la clase media y así sucesivamente. Que todos tenían la posibilidad de ir ascendiendo en la escala social y profesional. Los coruptos, los corruptores y los corrompidos parecen decirnos, que ese camino solo funciona para unos pocos giles.


Estoy seguro que la mayoría de los chilenos ya dejaron de caer de su pedestal a la mayor parte de la institucionalidad de nuestro país, sea política, económica, religiosa, jurídica, cultural y social. Es imposible que las corrupciones conocidas no hayan destruido la ingenuidad de nuestros compatriotas que hoy navegan por el más grande cinismo.


La lista de corrupciones es infinita, pero solo por recordar algunas de los últimos 50 años: un gran empresario yendo rogarle a un gobierno extranjero que lo apoye para que no asuma Allende, los fondos desde USA que recibieron distintas organizaciones gremiales y políticas para hacerle oposición y paros interminables a Allende, la muerte en accidentes de generales que le ponían algún freno a Pinochet, las comisiones de los seguros vendidos por su hija a empresas del Estado que de todas maneras estaban obligadas a comprárselos a la Empresa de Seguros del Estado, ISE, los interventores de empresas del Estado que finalmente se quedaron con las empresas que les habían entregado en administración, las universidades sin fin de lucro que se las arreglaron para lucrar, la educación, que siempre había sido mayoritariamente pública y gratuita en Chile, convertida en un producto de mercado como el pan o la leche, la salud otro tanto, el caso chispas en el cual la multa fue apenas un 10% de la ganancia de la operación ilegal, el abuso de posición dominante de Cencosud, varios delitos empresariales con multas inferiores a los beneficios obtenidos por el corrupto o inferiores a los daños sobre la población: colusión de las farmacias, del Confort, de los pollos; el caso SQM; curas considerados casi santos acusados de pedofilia; los 12 parlamentarios que votaron en contra de la nueva ley de derechos de agua, debiendo abstenerse al tener ellos derechos de agua; los parlamentarios de la comisión de Pesca del Senado que recibieron una fuerte donación de CORPESCA mientras tramitaban la ley de pesca; el mar de Chile que la Ley Longeira le entregó prácticamente en exclusividad y de por vida a unas pocas familias; algunos pueblos originarios del norte que han desaparecido porque el agua que consumían es capturada por las grandes mineras; las corrupciones en las FFAA, en Carabineros, ahora en la PDI, en algunas organizaciones evangélicas; el aumento de las licencias falsas que tienen a FONASA al punto de la quiebra, la evasión tributaria de empresas de inversión que de inversión solo tienen el nombre, etc. La lista es infinita. Día a día una nueva puñalada a la moral y al espíritu de los chilenos.


No se puede negar que hemos avanzado en algunas materias gracias a la Ley de Transparencia, al Sistema de Alta Dirección Pública, la Ley del Lobby, la InfoProbidad y a las normas propuestas, solo algunas implementadas, por e Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción; sin embargo aparentemente todavía falta destruir una cierta “cultura” del camino fácil al éxito, que usa la coima, el cohecho, el abuso de posición dominante, el amiguismo, etc para lograr sus objetivos.


¡Qué dolor! ¡Ya no me alcanza para rasgar vestiduras! …. no tiene sentido. Y todo esto en un contexto donde el narcotráfico se ha adueñado de cientos de barrios a lo largo del país.


Mario Astorga De Valenzuela 

europapress