Mi Derecho a Educar

​Por qué Rechazamos la Propuesta de Educación (Parte 1)

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Cartas al director

Sr. Director,


Mi Derecho a Educar patrocinó una iniciativa popular que consistía en un articulado que fomentaba el derecho preferente de los padres para educar a sus hijos y la posibilidad de que todas las familias pudieran elegir colegios acordes con sus convicciones. Sin embargo, la propuesta final es una en que 1) los padres pierden libertad frente al Estado y 2) lejos de promover la diversidad de proyectos educativos, la disminuirá rápidamente. Aquí nuestras razones en lo que se refiere al derecho preferente de los padres; la próxima semana revisaremos lo que toca a la diversidad de proyectos educativos:

Como consejo general para leer este texto, no es bueno quedarse con las frases bonitas que consagran derechos, sino leer la norma completa. Por ejemplo, el artículo 41-1 dice: “Se garantiza la libertad de enseñanza y es deber del Estado respetarla.” Celebramos esta frase, pero si continuamos leyendo veremos como esa libertad se va “desinflando”, por varias razones.

La libertad de enseñanza limita con la obligatoriedad de cumplir con los principios de la educación. Estos están señalados en al artículo 35-4 y son los siguientes: cooperación, no discriminación, justicia, participación, solidaridad, interculturalidad, enfoque de género, pluralismo… carácter no sexista y pertinencia territorial cultural y lingüística. El catálogo de principios es variopinto. Justicia y solidaridad parecen perfecto, pero entremedio está, por ejemplo, el “enfoque de género”, que es un concepto jurídicamente vacío y puerta de entrada para la ideología de género. Aquí no hay palabras casuales: “participación” (tiene que ver con que apoderados y profesores – agrupados en gremios seguramente - podrán introducir cambios al proyecto educativo), “pertinencia territorial y cultural” (hay comunidades indígenas reclamando el dominio de vastas zonas, incluida la costa, que seguramente pedirán “pertinencia territorial”). La “libertad de enseñanza” propuesta asume estos principios y se cimenta sobre ellos. Esta libertad excluye pronunciarse u opinar sobre estos principios, pues son su propia base.

Más adelante, en el artículo 40, se consagra el derecho a la educación sexual integral, la cual promueve el disfrute pleno y libre de la sexualidad; … el reconocimiento de las diversas identidades y expresiones de género y la sexualidad; que erradique los estereotipos de género… La Constitución, el Estado, determinan qué es aceptable enseñar y qué no en materia de género (hombre y mujer considerados en su diferencia). Los padres quedan excluidos de determinar qué (y cuándo) es adecuado enseñar a sus hijos en materia sexualidad y género. Estas definiciones quedan fuera de discusión con esta “libertad de enseñanza”.

El artículo 41-2 establece que la libertad de educación debe respetar el interés superior del niño o niña y la autonomía progresiva. Pero ¿acaso los padres no querrían respetar esto?, ¿por qué entonces se aborda expresamente?, ¿por qué no decir también “respetar la dignidad del niño”? La respuesta más directa parece estar en la recientemente aprobada Ley de Garantías de la Niñez, la que establece oficinas administrativas donde los hijos podrán denunciar a sus padres por no respetar su autonomía y, por ejemplo, le limiten el acceso a redes sociales o a participar de actos políticos. En este inciso descansa, a nuestro juicio, la judicialización de las relaciones familiares. Padres contra hijos dirimiendo sus diferencias frente a un juez. El Estado conocería mejor que los propios padres lo que es bueno para cada niño.

Entonces, “se garantiza la libertad de enseñanza” siempre y cuando, entre otras cosas, esta sea intercultural, participativa, con enfoque de género y no sexista, entre otros principios; una libertad que obliga a enseñar que la sexualidad está orientada al disfrute y que llama erradicar los “estereotipos de género”. Hay dos “estereotipos” de género preeminentes: hombre y mujer. La enseñanza debe terminar con eso, dice la propuesta. Y sin reclamar, porque la enseñanza es “libre”.


Mi Derecho a Educar

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