Abundan ideas en torno a lo que debería contener una nueva Constitución, incluyendo cosas que resbalan hacia un puro e inocente idealismo, que las más de las veces no considerará una necesaria legislación para acometer los temas más específicos. Dicho idealismo se expande en la medida en que distintas personas (o personajes) aspiran a formar parte de la Convención Constitucional, que de Constituyente tendrá poco en la medida en que no representan a Cabildos ciudadanos sino a circunscripciones ligadas al hacer parlamentario. Será una instancia de los políticos más que de la gente que quiere opinar sobre la “casa común” que gobernará la República; por ello mismo la Constitución nacerá con vacíos y significativas desilusiones. Esto, principalmente, porque se han formado expectativas de que “todo” se remediaría con la vigencia de una nueva Constitución, así poniendo poderosas ilusiones en la mente de las personas, particularmente de los ciudadanos que llegarán a aportar a ese debate. Lo ha dicho claro un ex Ministro al expresar que: no todo podrá abordarse en una nueva Constitución, aludiendo también a que las realidades nunca serán modificables por cuerpo legal alguno. Gran desilusión para quienes piensan que, a partir de una hoja en blanco, nuestra vida republicana cambiará para bien de todos y de manera total.
Bernardino Bravo, distinguido académico y Premio Nacional, analiza el porqué las Constituciones en nuestra América, tienen una enorme propensión a ser siempre modificadas- Por ejemplo, menciona que la llamada “Constitución de 1980” es la que en Chile ha experimentado más reformas antes y después de entrar en vigorencia. Pero lejos de un tema puntual, es más bien una constante en la mayoría de Hispanoamérica, recordando que en Venezuela han sido muchas las decenas de Constituciones vigentes y modificadas, al punto que solamente seis han durado más de medio siglo. Entonces, se sostiene la importante tesis de que las Constituciones intentan abordar dos realidades paralelas. Existe la Constitución escrita, sujeta a los avatares y a las decisiones del mundo político. Esta es la Constitución formal que, como lo plantea Bravo, constituye el papel escrito producto de acuerdos formales y de respaldos más o menos comprometidos políticamente. Es un texto eminentemente modificable y modificado, porque habiendo sido firmada ya existirán los desencantos, los aspectos no considerados que crean insatisfacciones, las nuevas cosas que se deseen agregar. En contradicción con ello, existe la llamada “Constitución viva”, reflejo de las instituciones que prevalecen en la historia de largo plazo de la sociedad, como la llamaría Braudel, y que es duradera por sobre las conveniencias políticas- Esto es lo que Portales llamaba “el resorte principal de la máquina” que es el régimen de gobierno, las instituciones que sustentan el orden político. Esta virtual confrontación entre la Constitución viva y aquella contenida en el papel reflejando un acuerdo, es vital para entender los muchos giros de los acuerdos y la propia naturaleza de pactos oligárquicos que han existido en la historia para defender un cierto articulado constitucional.
El mismo Bello, observando el aluvión de cambios constitucionales (de lo cual Chile no fue una excepción sino hasta 1833) mencionara que ellas eran como “una hoja que nada en el agua sobre el torrente revolucionario”. Y es que la contradicción entre la “hoja de papel” y la Constitución real o “régimen de gobierno” puede llevar a un continuo de frustraciones y de virtuales enfrentamientos de facciones. En contraposición, Inglaterra ha llegado a ser un gran país sin ninguna Constitución, y solamente dejando actuar a las instituciones ancestrales que han evolucionado autónomamente.-
¿Qué nos depara la instancia que preparará la nueva Carta Fundamental para Chile? Por supuesto que la reflexión anterior es importante en la medida en que la Constitución escrita deba acercarse lo más posible a la institucionalidad que da el sustento real al régimen de gobierno. Identificarlo requerirá mucha sabiduría y talento legislativo, un poco lejos del debate que ya observamos que, con pocas excepciones, no proyectan este problemas más allá de repetir fórmulas y una serie de utopías. El dejar de lado esta interpretación sobre el rol de la Constitución legará nuevos conflictos y reclamos, que la clase política siempre atenderá raudamente y dará lugar a sucesivas revisiones, adiciones o eliminaciones del texto aprobado, para así escuchar el clamor popular. La reciente modificación ex post del número de miembros de la Convención Constitucional (sin siquiera saberse de un registro electoral de pueblos originarios) presagia la disposición política a mantener las ventanas abiertas para actuar en forma consonante con los gritos y reclamos de quienes vayan en la ocasión pasando por la calle.
Prof. Luis A Riveros