​Una insólita Contraloría

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Enrique Goldfarb 1SEMANA

A veces los fallos de los jueces llaman mucho la atención por estar reñidos con lo que uno considera el sentido común. Es el caso de la restitución de la subcontralora, que fue despedida por el contralor, pero que ahora el juez ordena su reincorporación, por haber sido desvinculada “sin la debida justificación”.

Quizá en niveles bajos, donde no interesa la orientación política del funcionario, o si se quiere, su parecer respecto a cómo debe ser decidido un problema de alto nivel, sino que haga bien su trabajo, uno podría entender una decisión como esta. Pero si se trata del más alto nivel posible, es inconcebible que el contralor tire por un lado y la subcontralora por otro.

No tengo claro el origen de la disputa, pero un mínimo de coherencia diría que ambos puestos, aunque cubran áreas administrativas distintas, deben ir en el mismo sentido, y en el sentido que fije la ordenanza y el criterio del contralor, que debe ser el mismo. Ya que en caso de que la institución falle en sentido contrario a las leyes, el responsable sería el contralor. Como esto es un imperativo, si llegara a primar la judicialización del caso, creo que llegaríamos al absurdo de que sería el contralor el que tiene que irse. O se queda el contralor o la subcontralora, pero no ambos.

No cabe duda de que el juez, que debe tener un buen sentido común de las cosas, al igual que todos nosotros, falló de acuerdo con el tenor literal de las leyes del trabajo y de los derechos de los trabajadores, y se enredó en su dialéctica. Para él, la subcontralora era una trabajadora más y no la subcontralora, un nivel más abajo, del Contralor. Esto advierte el peligro que puede significar a futuro la inteligencia artificial. Si no fuera debida y perfectamente programada, y ella decidiera finalmente todo, podría perfectamente solucionar este caso de acuerdo con lo descrito.


Enrique Goldfarb

europapress