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Luis Riveros |
La misión universitaria se puede condensar en lo esencial en el propósito de “crear y diseminar conocimiento”. Las distintas instituciones se preocupan de detallar los objetivos específicos y las audiencias a las que está dirigido su hacer académico.
Durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX, el país adoptó proyectos significativos que requirieron dos condiciones esenciales. La primera, una fundamentación razonada por parte del gobierno que debía, por definición, encarar situaciones con mirada amplia en términos del impacto en el tiempo.
Desde mediados del siglo XIX el debate sobre educación en Chile giró en torno a la controversia entre dos visiones: libertad de enseñanza o estado docente. Libertad de enseñanza, bandera agitada por los conservadores, no aludía a una posible “liberalización” dejando a la educación puramente en manos del mercado.
Los recientes resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) ponen nuevamente de manifiesto el grave decaimiento de la educación pública.
Muchas veces las personas tenemos que salir de la apreciación puntual sobre los problemas contingentes, para elevarla a una consideración más amplia en un sentido temporal. Esta elevación de la mirada es propicia para abordar los temas más relevantes que nos afectan y tomar decisiones respecto a aquellos que consideramos más decisivos.
La situación económica de Chile está bastante complicada por decisiones equivocadas, decisiones no adoptadas y un ambiente complejo a nivel mundial.
Vivimos en una sociedad abiertamente dominada por el egoísmo y el materialismo individualista, en medio de un ingente proceso de globalización.
La ciudadanía debe pronunciarse en torno al proyecto de Constitución elaborado por la Convención Constitucional, elegida para dicho propósito. Esa elección puso de manifiesto una voluntad ciudadana en torno al proceso en sí, el cual es aún cuestionado por algunos sectores debido a que el rechazo del anterior proyecto constitucional implicaba que no debía continuarse con una nueva etapa, como efectivamente ha sucedido.
Eran días tranquilos aquellos de décadas anteriores en un barrio de clase media en el entorno de calle San Pablo. La vieja casona se mantenía erguida tras varias décadas, cobijando a una familia completa, y ubicada en el entorno de varias otras familias y negocios que en la calle Bulnes y San Pablo marcaban de vecindario apacible y dinámico.
La sensación de inseguridad que manifiesta la ciudadanía ha crecido de manera incontenible. No son sólo las noticias que posiblemente podrían inducir a una exagerada apreciación del problema. Es la experiencia directa que todos tenemos de algún evento que envuelve un delito cometido contra uno mismo, familiares o amigos.