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Daniel Vercelli |
Hace algunas semanas, a comienzos de julio, Grecia cerró la Acrópolis entre las diez de la mañana y las dos de la tarde cuando los termómetros superaron los 41°C. Fue tanto el calor, que el gobierno prohibió el trabajo de repartidores, obreros y estibadores durante las horas de mayor radiación. En la misma quincena, China vivió el día de mayor demanda eléctrica de su historia: 1,5 gigavatios de carga debido a sensaciones térmicas cercanas a los 50°C en ciudades como Henan, Hubei y Shaanxi. Antes, en abril, Kuwait aplicó cortes programados cuando la temperatura pasó de 50°C y la capacidad de las plantas se desplomó a media tarde.
La presión regulatoria ya se siente. En Europa, el Reglamento (UE) 2025/40 exige que todo envase sea técnicamente reciclable o reutilizable al 2030, y castiga con tasas diferenciadas el uso de plástico virgen.
Estamos en el año en que -para muchos analistas- hemos estado más cerca de una guerra mundial, de un desastre nuclear, de que se produzcan cambios forzosos a algunos límites y fronteras entre países y de otras tantas pesadillas relacionadas en el ámbito de las relaciones internacionales y la geopolítica global.
Cada año, cuando llega el Día Mundial del Medio Ambiente, nos dejamos abrazar por el tono pastoral: un planeta compartido, un futuro por cuidar. Pero los árboles y los glaciares no votan, no compran y -sobre todo-, no comen. Quienes sí lo harán son los niños que nacen hoy y la economía que pretende alimentarlos. Por eso propongo un cambio de rótulo tan incómodo como urgente: celebraremos el Día de los Niños y de los Alimentos , y enfoquémonos en nombra aquello que importa y que suele encender la acción.
La biodiversidad es un tema cada vez más importante cuando se analiza el impacto tras la acción productiva de distintas empresas. El mundo, de hecho, está integrando el cuidado y protección de los ecosistemas en cada vez más estándares y frameworks, porque cada vez sabemos de manera más robusta que lo que afecta al capital natural que nos rodea, a la larga, genera consecuencias en muchas de nuestras actividades económicas (y viceversa).
Cuando los gobiernos se repliegan, las reglas tambalean y la geopolítica se convierte en un ejercicio de improvisación, hay un principio que puede ofrecer dirección: la sostenibilidad. En tiempos de caos sirve como brújula, y quizás también, como último bastión de cordura empresarial.
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, nos invita a reflexionar sobre varios temas, entre ellos los avances en la equidad de género en el ámbito laboral. Sin embargo, recientes movimientos políticos y sociales parecen amenazar estos logros, planteando la inquietante posibilidad de un retroceso. ¿Estamos dispuestos a permitir que se desvanezcan las políticas de equidad salarial, los programas de promoción del talento femenino, el apoyo al desarrollo laboral de las mujeres y la representación femenina en puestos de liderazgo, incluyendo directorios y gerencias?
El año 2025 comenzó lleno de desafíos para los líderes comprometidos con la sostenibilidad. Es claro que las aguas están turbulentas, parafraseando a Simon and Garfunkel. La agenda internacional, liderada por los últimos eventos en Estados Unidos, ha cuestionado la incorporación de la sostenibilidad en las empresas y las políticas regulatorias gubernamentales. En paralelo, los incendios, inundaciones y desastres naturales continúan con fuerza en todo el mundo, siendo enero el mes más cálido registrado según el observatorio Copernicus.
Icare. Récord de temperatura de la atmósfera. Crecimiento económico. Olas de calor. Agricultura. ¿Qué tienen en común, además de ser palabras y conceptos que acapararon titulares la semana pasada? Vamos por partes.
El último tercio del año tuvo gran movimiento en materia medioambiental. Entre octubre y noviembre se realizaron cuatro conferencias ambientales globales sobre biodiversidad (COP 16 en Cali), degradación de suelos y desertificación (COP 16 en Riad), contaminación por plásticos (INC 5 en Corea del Sur), más la COP 29 de clima en Azerbaiyán, el que se transformó inesperadamente en la segunda COP más concurrida de la historia. Con el paso de los días y haciendo un balance de los principales hitos de cada evento, hay varios aspectos que vale la pena analizar y destacar como los más relevantes de la temporada en torno a los avances para enfrentar la triple crisis ambiental global de clima, plásticos y biodiversidad ( o cuádruple crisis, si agregamos la sequía, desertificación y degradación de suelos).