Sr. Director,
En los últimos años, Chile ha avanzado hacia un modelo regulatorio basado en el cumplimiento preventivo, siguiendo una positiva tendencia mundial en materia de compliance.
Sin embargo, cada nueva ley obliga a las empresas a incorporar su propio “encargado” o “responsable”, lo que lleva a cuestionar la sostenibilidad y los costos de este modelo. Es así como, la Ley de Responsabilidad Penal de las Personas Jurídicas introdujo la figura del encargado de prevención de delitos; la reciente Ley Marco de Ciberseguridad exige a determinadas empresas designar un responsable de ciberseguridad; y la nueva Ley de Protección de Datos Personales crea la figura del delegado de protección de datos. En el ámbito laboral, se suman los delegados de seguridad, los comités paritarios y los departamentos de prevención, entre otros. Así, las empresas enfrentan una proliferación de estructuras paralelas que muchas veces se superponen, aumentando la complejidad operativa y los costos.
No cabe duda de que cada una de estas obligaciones persigue fines loables —como proteger los datos personales, promover la probidad y resguardar la dignidad en el trabajo—, pero en conjunto generan una carga de cumplimiento creciente y costosa, especialmente para las medianas empresas que deben destinar cada vez más recursos a estas tareas.
El desafío, entonces, es evitar que el cumplimiento se transforme en un fin en sí mismo, en lugar de un medio para fomentar conductas responsables y sostenibles. ¿No deberíamos avanzar hacia un marco más integral, coherente y coordinado, que resguarde los mismos objetivos con mayor eficiencia?
María Elisa Undurraga
Abogada de Arteaga Gorziglia