​La masacre de Dar El Jamah y su conexión con el caos del Sahel

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Leonardo Quijarro2

La noche del 6 de septiembre, en la remota localidad de Dar El Jamah, en Nigeria, la violencia que asola ese país, materializó una nueva matanza de difícil comprensión. Una comunidad de desplazados cristianos, la que ya huía del terror, en su mayoría mujeres y niños, fueron brutalmente asesinados. No fue un acto de furia espontánea, sino una acción planificada, un nuevo capítulo en la sistemática campaña limpieza étnica y religiosa que se desarrolla en el país africano, con un propósito claro: la recuperación y control de territorios.


El ataque en Dar El Jamah es mucho más que una noticia trágica. Es un síntoma de una enfermedad profunda, la creciente violencia en Nigeria y otros países del área del África Subsahariana, el Sahel, está íntimamente ligada a la lógica territorial de la expansión yihadista. Los perpetradores, a menudo identificados como pastores Fulani, no son simplemente ganaderos en busca de pastos, son grupos armados, con un historial de violencia, que actúan con impunidad y un propósito claro, el expulsar a las comunidades cristianas de sus tierras ancestrales en el llamado "Cinturón Medio" de Nigeria.


Sin embargo. la crisis en Nigeria no es un fenómeno aislado. Forma parte de un problema regional mucho más grande, un cáncer que se ha expandido por el Sahel, que se ha convertido en el epicentro actual, en el continente africano, de la violencia religiosa y de la inestabilidad política. Grupos extremistas, como Boko Haram, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y el Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS), han capitalizado la debilidad de los gobiernos, la pobreza endémica y los conflictos interétnicos para consolidar su poder.


La razón, por la que estos grupos buscan copar o recuperar territorios, es multifacética y va más allá de un simple conflicto religioso. El control territorial es la base de su poder y su supervivencia. En primer lugar, la tierra les proporciona una fuente de ingresos. Pueden imponer impuestos a las poblaciones locales, extorsionar a comerciantes y controlar rutas de contrabando. En segundo término, los territorios se convierten en santuarios y zonas de reclutamiento, donde pueden entrenar a sus combatientes y planificar futuros ataques lejos de la vista de las fuerzas de seguridad. Como tercera motivación, la toma de control de territorios es una manifestación de su ideología. Al expulsar a las poblaciones que no se alinean con sus creencias y establecer su propia ley (sharía), consolidan un protoestado que les da legitimidad entre sus seguidores y les permite proyectar su poder. Finalmente, y no menos importante, está el control de los recursos naturales, que son la savia de su economía.


Es así que, la importancia del control territorial, como se ha indicado, buscando los recursos que éstos contienen, se puede asociar a una variedad de intereses que van desde las tierras agrícolas hasta los minerales. En el Cinturón Medio de Nigeria, la zona más afectada por los ataques, que es un área extremadamente fértil, la expulsión de agricultores locales, predominantemente cristianos, permite a estos grupos apoderarse de las tierras de cultivo, un recurso vital en una región propensa a la sequía y la escasez de alimentos. Por otra parte, los minerales, presentes en zonas como el estado de Zamfara, en el noroeste de Nigeria, les ha hecho convertirse en un campo de batalla, debido a sus ricas reservas de oro. Los grupos armados controlan minas ilegales, utilizando los ingresos para financiar sus operaciones y comprar armamento. De manera similar, en el estado de Plateau, se explotan minas de estaño y otros minerales, con los mismos fines.


Lo que estamos viendo en Nigeria, con los ataques de estos grupos armados, que tienen una agenda religiosa, es una extensión de situaciones similares que se repiten en Malí, Níger o Burkina Faso, operando de forma similar. La matanza de Dar El Jamah es una muestra de cómo las ideologías radicales y las tácticas de terror se propagan a través de las fronteras, utilizando las tensiones existentes para ganar adeptos y territorios, logrando tres objetivos clave, a saber, generar terror para que otras comunidades huyan, crear un vacío demográfico que pueden llenar con sus propios seguidores y eliminar la resistencia a su proyecto expansionista.


Nuestra América Latina no esta ajena a situaciones de este tipo, pudiendo tener motivaciones diferentes, pero, lamentablemente, como ya se puede constatar en algunas partes del continente, con procederes similares. Es así como la Seguridad Nacional, partiendo por la seguridad de nuestras fronteras, tanto terrestres como marítimas, como se ha planteado en diferentes foros e instancias, debe ser un imperativo, tanto en el presente y como en el futuro.


Leonardo Quijarro S.

Contraalmirante (R)

Profesor Residente Academia de Guerra Naval

Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)

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