El fútbol chileno atraviesa una de sus crisis más graves en materia de seguridad. Lo que antes fue un espacio familiar de encuentro y pasión, hoy se ha transformado en un campo minado por la violencia, donde las barras bravas imponen su ley a costa del miedo ciudadano. Padres y madres han dejado de llevar a sus hijos a los estadios; los abonados desertan; los clubes, aterrados, asumen costos millonarios en reparación de destrozos. La consecuencia es clara: los estadios se vacían de hinchas genuinos y quedan dominados por quienes buscan la confrontación.
El episodio más reciente, en el partido entre Universidad de Chile e Independiente, lo grafica con brutalidad: hinchas chilenos fueron acribillados a golpes de patadas y objetos contundentes, confirmando que la violencia en el fútbol dejó de ser solo una riña de puños o destrucción de butacas. Se trata de hechos delictivos graves que rozan lo criminal organizado, y que evidencian la absoluta incapacidad de los controles actuales para prevenirlos.
¿En qué consiste el control biométrico?
El control biométrico obligatorio implica la utilización de sistemas de reconocimiento facial o huella digital para validar la identidad de cada persona que ingresa al estadio. Estos sistemas se cruzan en línea con bases de datos que incluyen a quienes tienen prohibición de ingreso, órdenes judiciales pendientes o antecedentes por violencia en espectáculos deportivos. De esta forma, se evita que los barristas sancionados burlen los filtros con entradas ajenas o identidades falsas. Es una herramienta de prevención que no discrimina al hincha común, pero que levanta una barrera tecnológica insalvable para los violentistas.
¿Es asequible para los clubes?
Algunos críticos podrían objetar que implementar este tipo de tecnología es demasiado costoso para los clubes. Sin embargo, los números demuestran lo contrario: el valor de un sistema biométrico completo es bajo en comparación con las millonarias pérdidas que significan los destrozos de estadios, multas, sanciones deportivas y suspensión de partidos. Además, la inversión inicial puede ser compartida entre el Estado, la ANFP y los propios clubes, entendiendo que se trata de una política pública de seguridad y no solo de un problema privado. En Europa, ligas con menos recursos que la chilena han logrado financiarlo a través de planes estatales y convenios tecnológicos, precisamente porque la violencia en el fútbol no es un asunto aislado, sino una amenaza social.
Frente a este panorama, el debate ya no puede limitarse a medidas cosméticas. La experiencia internacional -particularmente en Inglaterra, la cual fue pionera en implementar sistemas de control biométrico y reconocimiento facial en estadios tras la crisis del hooliganismo en los años 80- demuestra que la única vía efectiva para erradicar a los violentos es el control biométrico obligatorio por ley en todos los estadios donde se juegue fútbol profesional. La tecnología de reconocimiento facial, aplicada con garantías legales, permite identificar con precisión a quienes tienen prohibición de ingreso, a los reincidentes en actos violentos o a quienes utilizan identidades falsas para burlar el control. En Inglaterra, la implementación de estas medidas fue clave para desterrar el hooliganismo y devolver la seguridad a las familias. En Italia, la “Tessera del Tifoso” incorporó un registro biométrico obligatorio como requisito de ingreso a los estadios, reduciendo significativamente los episodios de violencia.
No se trata de criminalizar al hincha común, sino de protegerlo. Hoy los clubes y la ANFP han delegado en empresas de seguridad privada un filtro que, a todas luces, ha fracasado. El Estado, a través de una ley de carácter general y obligatorio, debe asumir el control y la inversión tecnológica necesaria. Es más caro permitir que el fútbol siga siendo rehén de las barras bravas, que invertir en mecanismos eficaces para recuperar los estadios como un espacio seguro.
El fútbol es cultura, pasión e identidad nacional. No podemos resignarnos a que los niños chilenos lo vean solo por televisión, mientras los estadios se transforman en trincheras de violencia.
El control biométrico obligatorio no es un lujo tecnológico, es una medida impostergable de seguridad pública.
Francisco José Pinochet Cantwell
Doctor en Derecho
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
LL.M California Western School of Law, USA
Profesor de Derecho
Universidad Católica de Chile