Todo partió con un reclamo, de esos que uno lanza con frustración al revisar el estado de cuenta y ver que sigues pagando por algo que ya no usas. En mi caso, una app de gimnasio: $37.000 al mes por rutinas que parecían diseñadas para atletas de alto rendimiento, cuando lo único que buscaba era no lesionarme al hacer sentadillas y que no me dolieran las rodillas al agacharme (sí, después de los 35, eso empieza a pasar).
Decidí dejar de pagar. Esa misma tarde abrí un Excel para ordenar los ejercicios que sí me servían. En el proceso, mientras buscaba cómo automatizar algunas funciones, apareció un anuncio en YouTube: “Crea una app sin saber programar”. Lo abrí. Descargué una herramienta llamada Cursor.ai y empecé a probar. No soy desarrollador, pero sí bastante curioso. Y en pocos días, tenía lista mi propia app de entrenamiento. Personalizada. Gratuita. Y funcional. Me había quedado tan bien que la subí a la app store y la aceptaron, ahora mi app de gimnasio está disponible gratis, para todo el mundo.
Eso es el no-code: el uso de herramientas visuales que permiten crear tecnología sin necesidad de saber programar. Cuando era más joven, pensar en “crear tecnología” sonaba tan lejano como armar un cohete en el patio de la casa. Era terreno exclusivo de programadores, ingenieros o genios becados en universidades de élite. Hoy, cualquier persona con una idea, un computador y algo de tiempo puede construir soluciones reales.
Trabajo en Antler, uno de los fondos más activos del mundo en startups de inteligencia artificial, y veo esta transformación todos los días. Emprendedores que lanzan sus primeras versiones en un fin de semana. Profesores que diseñan plataformas para sus estudiantes. Dueños de pequeños negocios que automatizan procesos sin pedir ayuda al área de TI. Incluso ideas que antes quedaban en el papel hoy se transforman en productos reales en tiempo récord, algunas recibiendo inversión. Todo esto ocurre gracias a herramientas como Zapier, V0, o n8n, que permiten conectar sistemas, construir aplicaciones y resolver problemas reales sin escribir una sola línea de código.
El impacto no es sólo técnico, es cultural. Por décadas se nos dijo que el mundo digital era para unos pocos. El no-code rompe esa barrera. Democratiza la creación tecnológica. Lo que antes era un edificio cerrado y exclusivo, hoy es una plaza abierta donde cualquiera puede construir.
¿Tiene limitaciones? Por supuesto. Pero eso se mejora con la práctica, y vale la pena aprender, sobre todo cuando una persona sin conocimientos en desarrollo es capaz de crear una app o una herramienta web en 3 días.
Si alguna vez pensaste “tengo una idea, pero no sé cómo llevarla a cabo”, no estás solo. Hoy existe una comunidad global de creadores sin código que comparten recursos, plantillas y aprendizajes. Así que si alguna vez pensaste “tengo una idea, pero no sé por dónde empezar”... Este es tu momento.
Rodrigo Gutiérrez,
Global CRM and Marketing Automation Manager en Antler