Globalización y la paradoja del hambre: África, el continente olvidado

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A propósito del conflicto entre Israel y el grupo islámico Hamas en los territorios de la Franja de Gaza, las noticias nos asombran por la falta de ayuda y alimentos de los cuales está sufriendo la población palestina en el citado espacio geográfico.


Es paradójico que, en un mundo rebosante de avances tecnológicos, capaces de conectar continentes y de producir alimentos a una escala sin precedentes, la idea de que la humanidad aún enfrenta crisis alimentaria parece una cruel paradoja. Sin embargo, esta es la dura realidad que nos confronta. Y, lamentablemente, esta escasez de alimentos, de la cual da cuenta la prensa mundial, no es exclusiva de pueblo palestino en Gaza, sino lo es, por mucho, la que afecta a un mayor número de personas.


Este sombrío panorama es el que confirma el "Informe Mundial sobre Crisis Alimentarias 2025", un documento que debería ser una alarma global. Según se desprende de la información provista, en el continente africano 1 de cada 5 habitantes sufre algún nivel de malnutrición, vale decir, llevando lo anterior a números, los países que destacan con la mayor cantidad de personas afectadas son Nigeria, con 31,8 millones; Sudán y República Democrática del Congo, con 25,6 millones cada uno y Etiopía, con 22 millones. El informe subraya que, aunque la producción agrícola global es teóricamente suficiente para la población actual, las cadenas de suministro se han vuelto frágiles y las reservas de alimentos se concentran en un puñado de naciones.


Uno de los principales motores de esta crisis es, sin duda, el cambio climático. La alteración de los patrones de lluvia, el aumento de las temperaturas y la frecuencia de eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones están devastando las zonas agrícolas más vulnerables. En el Cuerno de África, por ejemplo, los periodos prolongados de sequía han diezmado las cosechas y el ganado, empujando a las comunidades al borde de la hambruna como da cuenta el referido informe.


A esto se suman las turbulencias geopolíticas. Los conflictos armados no solo desplazan a las personas de sus hogares, impidiendo que cultiven sus tierras, sino que también interrumpen las rutas comerciales vitales y los suministros que se desplazan por éstas. La falta del oportuno abastecimiento de granos y fertilizantes desde regiones en conflicto tiene un efecto dominó, elevando los costos de producción y, por ende, el precio final de los alimentos. Esto hace que las dietas nutritivas, ya de por sí inaccesibles para los más pobres, se conviertan en un lujo inalcanzable. El hambre, en este contexto, se convierte en un arma silenciosa de la guerra, una herramienta cruel que castiga a los más inocentes, no solo por parte de un adversario externo, sino que, muchas veces, efectuado por grupos radicales que buscan control territorial o desestabilización de los regímenes gobernantes. Ejemplo de lo anterior se puede ver a lo largo de los conflictos que afectan el Sahel o África Subsahariana, donde grupos islámicos como la Yihad Islámica o Al Qaeda disputan el control sobre territorios y personas, precisamente, en los países nombrados más afectados por crisis alimentaria.


Superar esta crisis no es una tarea menor, pero es imperativa. Requiere una acción coordinada y una reorientación de nuestras prioridades. El mundo debe invertir en soluciones concretas para enfrentar el cambio climático además de promover la solución de los conflictos. La crisis del hambre no es un problema de una región lejana; es un reflejo de nuestras propias fallas como comunidad global.


La escasez de alimentos no es un problema del futuro; es una crisis sistémica que se profundiza día a día, alimentada por una convergencia de factores que van desde el cambio climático hasta los conflictos geopolíticos. No se trata de la incapacidad del planeta para alimentar a sus habitantes, sino de la capacidad, entre naciones, de buscar una forma óptima de distribución de los recursos disponibles.


Aprovechando que la situación en la Franja de Gaza ha capturado la atención respecto de la necesidad de alimentar un pueblo, tal vez, sin obviar lo antes referido, debiéramos ampliar esa mirada al continente africano, con situaciones de hambre que no llevan un par de años, sino que décadas, sin que el avance frenético del mundo se detenga y busque una solución.



Leonardo Quijarro S.

Contraalmirante (R)

Profesor Residente Academia de Guerra Naval

Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)


europapress