![]() |
Leonardo Quijarro Santibáñez |
El día de hoy, dos cazas rusos irrumpieron el espacio aéreo de Estonia durante 10 minutos, obligando a activar las alarmas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que desplegó dos aeronaves interceptoras italianas para escoltarlas dado que no respondieron a los llamados a volver a espacio aéreo internacional.
La noche del 6 de septiembre, en la remota localidad de Dar El Jamah, en Nigeria, la violencia que asola ese país, materializó una nueva matanza de difícil comprensión. Una comunidad de desplazados cristianos, la que ya huía del terror, en su mayoría mujeres y niños, fueron brutalmente asesinados.
Para entender lo que la OCS representa, es crucial examinar sus similitudes y diferencias con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sería simple pensar en semejanzas al enfrentamiento ocurrido durante la Guerra Fría entre Occidente y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética y sus aliados.
Es paradójico que, en un mundo rebosante de avances tecnológicos, capaces de conectar continentes y de producir alimentos a una escala sin precedentes, la idea de que la humanidad aún enfrenta crisis alimentaria parece una cruel paradoja. Sin embargo, esta es la dura realidad que nos confronta.
El día sábado recién pasado se reunieron en Alaska, en la Base Conjunta “Elmendorf-Richardson” de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos (EE.UU.), los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y el de los EE.UU., Donald Trump, bajo el título de “Alaska 2025 Persiguiendo la Paz”, con el propósito de poner fin una guerra que ya completa más de tres años entre Rusia y Ucrania.
El día miércoles 15 de julio, Israel efectuó ataques sobre la capital de Siria, Damasco, bombardeando específicamente, el Ministerio de Defensa de ese país, generando expectación y llevando a preguntarse si, en el ya conflictivo Oriente Medio, se ha abierto una nueva guerra. Las reacciones en las horas posteriores, declaraciones de las diversas autoridades y el flujo de información aparecida en diferentes medios parecieran indicar que no es el caso. Vale la pena preguntarse entonces, ¿por qué estas acciones no tuvieron los mismos efectos que aquellos realizados sobre Irán?
El día 13 de junio recién pasado, Israel puso en marcha la “Operación León Creciente”, atacando diferentes instalaciones asociadas al programa de desarrollo nuclear de Irán, los sistemas de defensa antiaérea de este país además de neutralizar actores relevantes en la estructura militar iraní y científicos de el citado programa de desarrollo nuclear.
El presente año, como pocos en décadas recientes, ha sido una ebullición de situaciones que han afectado a diferentes partes del mundo. A propósito de la globalización e interconexión, los efectos de estos eventos se sienten, con diversa intensidad, pero, casi con seguridad, en la mayor parte de las regiones del globo.
El mundo quedó atónito por la magnitud de la acción militar, acción que en cualquier otra parte habría sido “casus belli”; sin embargo, en Oriente Medio los eventos se miden con una vara diferente. En su oportunidad, el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, expresó “El régimen iraní no comprende nuestra determinación de defendernos ni de tomar represalias contra nuestros enemigos”. El tiempo transcurrió y no hubo acción en respuesta alguna.
El día 2 de febrero, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica se reunió por primera vez desde que asumiera su segundo mandato con el presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski. En un encuentro que generó múltiples reacciones de prensa, dado se produjo un fuerte cruce de palabras entre ambos mandatarios, entre los cuales destacó la aseveración que el norteamericano realizara al decirle al ucraniano “Usted no tiene cartas”, queriendo con ello destacar la dependencia tenía Ucrania de la ayuda de occidente y, en particular de Estados Unidos, para continuar con la guerra con Rusia, que ya supera los tres años.