El día miércoles 15 de julio, Israel efectuó ataques sobre la capital de Siria, Damasco, bombardeando específicamente, el Ministerio de Defensa de ese país, generando expectación y llevando a preguntarse si, en el ya conflictivo Oriente Medio, se ha abierto una nueva guerra. Las reacciones en las horas posteriores, declaraciones de las diversas autoridades y el flujo de información aparecida en diferentes medios parecieran indicar que no es el caso. Vale la pena preguntarse entonces, ¿por qué estas acciones no tuvieron los mismos efectos que aquellos realizados sobre Irán?
Debemos recordar que el pasado 8 de diciembre en Siria se produjo el desplome del gobierno que conducía Bashar Al-Assad, quien, heredando el poder de su padre, gobernaron ese país desde 1971. Su derrocamiento se produjo tras una rápida y violenta ofensiva liderada por el grupo opositor Hay'at Tahrir al-Sham (HTS) y apoyada por el Ejército Nacional Sirio, poniendo, de esta forma, fin a una guerra civil que había comenzado en 2011. Cabe destacar que Al-Assad pertenecía a la minoría musulmana alaui, por lo que, a pesar de buscar que el régimen fuese laico, la presencia importante de autoridades pertenecientes a esa comunidad mientras se mantuvo en el poder, generó un fuerte rechazo en la mayoría sunita.
Lo que pareció ser el fin de un régimen que se había impuesto mediante el uso de la fuerza contra quien se le opusiese, dio paso a un gobierno de facto, dado que, en la práctica, no tiene el control sobre todo el territorio sirio, sino que, además, no ha logrado estabilizar la situación en el país. El HTS en sí mismo, es la reunión de varios grupos milicianos que estuvieron en contra del régimen de Al-Assad, pero con intereses diferentes entre sí. A lo anterior se debe sumar que en Siria coexisten kurdos en el norte, lo que de por sí presentan un conflicto por cuanto se mantienen en fricción un sector apoyado por Turquía contra otro por Israel y occidente, el Estado Islámico en el este del país, Al Qaeda disperso en el noreste y los drusos en el sur.
Es respecto de esta última comunidad que se ha centrado el actual conflicto.
Los drusos son una comunidad árabe islámica que habitan en el Líbano, Siria e Israel. En este último país su integración ha alcanzado el punto de formar parte de sus fuerzas armadas conformando una agrupación especial al interior de éstas. Se estima que, en total, esta comunidad alcanza aproximadamente un millón de personas. Si bien son incluidos dentro de la rama shiíta de los musulmanes, en la realidad, no lo son, y ellos no se consideran musulmanes, dado que en su creencia no se permiten las conversiones, ni para ingresar a la religión ni para abandonarla, ni matrimonios mixtos, siendo, de esta forma, una comunidad endogámica, lo cual se ha mantenido así desde, aproximadamente, el año 1017 d.C., y, por lo mismo, se encuentran fuertemente relacionados entre sí, a pesar de las fronteras que los dividen. Asimismo, desde la perspectiva religiosa, ellos, al igual que los alauís, son considerados herejes por los musulmanes sunitas.
A pesar que el nuevo gobierno sirio, liderado por Ahmed al-Sharaa, había prometido inclusión y a proteger a las diversas comunidades del país, en realidad, las fuerzas extremistas sunitas leales a él, han seguido enfrentándose violentamente a las minorías religiosas. El fin de semana recién pasado, estalló la violencia entre fuerzas drusas y tribus beduinas sunitas, en la ciudad de Suwayda, en el sur de Siria, lo que provocó una intervención del gobierno sirio; sin embargo, esta intervención fue en apoyo de las facciones beduinas, atacando comunidades drusas en particular en la mencionada ciudad.
Como se describió en párrafos precedentes, la comunidad drusa traspasa las fronteras y, por sus características religiosas, están íntimamente ligadas entre ellas. Lo anterior motivó que, al ver lo que estaba ocurriendo en Suwayda y poblados cercanos, los drusos que habitan en el norte de Israel, en los Altos del Golán específicamente, desde cuando Israel ocupó esos territorios, posterior a la Guerra de los Seis Días, cruzaron la actual frontera para ir en apoyo de sus familiares y cercanos. Esto respondería al llamado realizado por el Sheik Hikmat al-Hijri, una destacada figura religiosa con influencia en el ámbito militar drusa, quien había pedido protección internacional el pasado miércoles, y, posteriormente, rechazó el alto al fuego propuesto por el gobierno sirio, por considerarlo solo una pantalla, llamando a sus partidarios a seguir luchando.
Todos estos enfrentamientos se han producido porque la comunidad drusa no confía en quienes están en el poder actualmente en Siria, debido a la exclusión de algunos de sus líderes de los procesos de diálogo nacional de Al-Sharaa y la limitada representación en el nuevo gobierno, que solo incluye a un ministro druso.
Ahora bien, la intervención de Israel está motivada por el riesgo que estos enfrentamientos suponen a su seguridad en la ya frágil frontera con Siria, sumado al hecho que, el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu se ha referido anteriormente al nuevo gobierno de Damasco como un “régimen islámico extremista” y una amenaza para el Estado de Israel. Asimismo, posterior a la caída del régimen de Al-Assad, Israel ocupó una franja de territorio sirio, con el propósito de generar un colchón de seguridad con el citado país, buscando producir una mayor profundidad en su defensa y dar cierta protección a las diferentes comunidades drusas que pueblan el área de los Altos del Golán.
Si bien, lo que está ocurriendo en este nuevo enfrentamiento en Oriente Medio, probablemente no desencadene en un conflicto mayor, sí da cuenta de la inestabilidad que se vive en esa zona del mundo, en donde persisten fricciones cuyo origen no solo es étnico y religioso, sino que traspasa fronteras, probablemente impuestas sin tener en consideración a los pueblos que los habitaban.
Leonardo Quijarro S.
Profesor Residente Academia de Guerra Naval
Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)