Un ajedrez multipolar: El mensaje de la Cumbre de la OCS en Tianjin

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La reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), celebrada el 1 de septiembre en la ciudad portuaria de Tianjin, no fue un evento más en el calendario diplomático. Fue una declaración de intenciones, un mensaje contundente al mundo de que, en la arquitectura de un nuevo orden global, la OCS busca consolidarse como un pilar fundamental. En un momento de crecientes tensiones geopolíticas y económicas, la imagen de los líderes de China, Rusia, India, Irán y otras potencias de Eurasia reunidos en torno a la misma mesa evoca una pregunta inevitable: ¿estamos presenciando el nacimiento de una anti-OTAN, evolución asiática del Pacto de Varsovia?


Para entender lo que la OCS representa, es crucial examinar sus similitudes y diferencias con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Sería simple pensar en semejanzas al enfrentamiento ocurrido durante la Guerra Fría entre Occidente y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética y sus aliados. Las realidades del siglo XXI, en particular post pandemia del COVID-19 nos llevan a tener que apreciar las complejidades de un mundo en constante redefinición.


Partiendo desde las semejanzas, la primera y más obvia, es su naturaleza como alianzas de seguridad. La OTAN, fundada en 1949, se concibió como una respuesta a la amenaza de la Unión Soviética, con un claro mandato de defensa colectiva. Por su parte, la OCS, nacida a finales de los 90, se enfocó, inicialmente, en la lucha contra lo que sus miembros denominan las "tres fuerzas del mal": el terrorismo, el separatismo y el extremismo. Ambas organizaciones se han expandido desde sus orígenes, y aunque la OCS no tiene una cláusula de defensa colectiva vinculante, como lo es el Artículo 5 de la OTAN, los ejercicios militares conjuntos y la coordinación en materia de seguridad son una parte central de su agenda.


Sin embargo, las diferencias son más profundas que las similitudes. La OTAN es una alianza militar con un claro liderazgo hegemónico por parte de Estados Unidos, que ha influido en la definición de su visión estratégica y gran parte de su agenda. La OCS, por su parte, se presenta como un foro más horizontal, donde China y Rusia, que actúan como potencias rectoras, incluyen la participación de India, Pakistán e Irán, entre otras naciones, subrayando su carácter multipolar. Este es un punto clave de la narrativa que promueve la OCS, buscando destacar la no injerencia en asuntos internos y la coexistencia de diferentes modelos de gobernanza. En Tianjin, el presidente chino Xi Jinping enfatizó precisamente la necesidad de abandonar la "mentalidad de la Guerra Fría", un claro dardo a la estructura de bloques que la OTAN representa.


La agenda de la OCS también va más allá de lo militar. La Declaración de Tianjin, junto con una estrategia de desarrollo a largo plazo, demostró que la organización busca cimentar su rol como un actor en la economía y la gobernanza global. La creación de un Banco de Desarrollo de la OCS, aunque con cautela, es un paso hacia la desdolarización y el fomento del comercio en monedas nacionales. Esta es una clara diferencia con la OTAN, cuyo enfoque principal es la seguridad, dejando la cooperación económica a otras organizaciones como la OCDE o el G7.


Además, la cumbre de Tianjin sirvió para mostrar el apoyo de las potencias de la OCS a sus miembros frente a las tensiones geopolíticas. La condena a los ataques contra la infraestructura civil en Irán y la situación humanitaria en Gaza, sumada al respaldo de Rusia y China a las posturas de la OCS, evidencian un frente unido que busca consolidar una visión alternativa de la gobernanza global. En un contexto de guerra en Ucrania y escaladas en Medio Oriente, la OCS se presenta como una plataforma donde sus miembros pueden encontrar un eco a sus preocupaciones, un espacio para el diálogo, sin las presiones que a menudo se perciben desde Occidente.


El mensaje que emana de Tianjin es claro: el mundo se está reordenando. Ya no se trata de un simple eje Oeste contra Este, sino de un ajedrez geopolítico multipolar en el que la OCS ha logrado posicionarse como un actor de peso. Mientras la OTAN sigue siendo la alianza militar más poderosa del planeta, la OCS emerge como una fuerza capaz de desafiar la hegemonía occidental, no solo en el ámbito de la seguridad, sino también en el económico y político.


En última instancia, la Cumbre de Tianjin 2025 nos obliga a replantearnos la dicotomía de la Guerra Fría. La OCS no es simplemente una versión asiática de la OTAN. Es una entidad con su propia identidad, agenda y valores. Es una organización que, a través de la cooperación y la seguridad, busca construir un futuro en el que el poder no resida en un solo polo, sino que se distribuya y equilibre entre las potencias de Eurasia. Y esa, sin duda, es una de las principales narrativas de nuestro tiempo.


Se consolida, desde otro vector, un nuevo desafío a la hegemonía de Estados Unidos de Norteamérica como potencia mundial y remarca la relevancia de la Eurasia, como lo expresara el analista norteamericano Hal Brands “Usualmente pensamos que la era moderna han sido tiempos del dominio del Poder Americano; sin embargo, en realidad, estamos viviendo un largo y violento siglo de la Eurasia”.



Leonardo Quijarro S.

Contraalmirante (R)

Profesor Residente Academia de Guerra Naval

Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)


europapress