Los ancestros de los hablantes actuales del finlandés o el húngaro vivieron hace unos 4.500 años en el noreste de Siberia, en una zona conocida actualmente como Yakutia, más cerca de Japón que de Europa.
Un nuevo análisis, dirigido por dos doctorandos en colaboración con el experto de Harvard en ADN antiguo David Reich, integró datos genéticos de 180 siberianos recién secuenciados con más de 1.000 muestras existentes que abarcan varios continentes y unos 11.000 años de historia humana. Los resultados, publicados en la revista Nature, identifican a los progenitores prehistóricos de dos importantes familias lingüísticas, incluida la urálica, hablada hoy por más de 25 millones de personas.
Lingüistas y arqueólogos han mostrado divergencias respecto al origen de las lenguas urálicas. La corriente dominante sitúa su origen en las proximidades de los montes Urales, una cordillera que se extiende de norte a sur a unos 1.380 kilómetros al este de Moscú. Una opinión minoritaria, que señala convergencias con las lenguas túrquicas y mongólicas, teoriza un surgimiento más oriental.
"Nuestro artículo contribuye a demostrar que este último escenario es más probable", afirmó en un comunicado el coautor principal Tian Chen (T.C.) Zeng, quien obtuvo su doctorado esta primavera en el Departamento de Biología Evolutiva Humana. "Podemos observar este pulso genético proveniente del este justo cuando las lenguas urálicas se expandían".
El descubrimiento fue posible gracias al esfuerzo a largo plazo de Kim por recopilar datos de ADN antiguo de algunas regiones de Siberia con pocos muestreos. Como él mismo contribuyó a establecer, muchas poblaciones modernas de habla urálica portan la misma firma genética que apareció por primera vez, sin mezcla, en las muestras de Yakutia de 4.500 años de antigüedad. Se descubrió que, en general, las personas de todos los demás grupos etnolingüísticos carecían de esta ascendencia distintiva.
ISLA LINGÜÍSTICA
Los vínculos genéticos con Yakutia también aparecen en grupos de cazadores-recolectores hipermóviles que, según se cree, difundieron las lenguas urálicas al pueblo indígena sami del norte de Escandinavia y tan al sur como Hungría, ahora una isla lingüística rodeada de alemán, eslovaco y otras lenguas indoeuropeas.
Los hablantes proto-urálicos se solaparon en el tiempo con los yamna, la cultura de pastores a caballo a la que se atribuye la transmisión del indoeuropeo a través de las praderas de Eurasia. Un par de artículos recientes, dirigidos por Reich y otros en su laboratorio de Harvard, se centraron en la tierra natal de los yamna, demostrando que probablemente se encontraba dentro de las fronteras actuales de Ucrania hace poco más de 5.000 años.
"Podemos observar estas oleadas yendo y viniendo -e interactuando- a medida que estas dos importantes familias lingüísticas se expandían", comentó Reich, profesor de genética en la Facultad de Medicina de Harvard y de biología evolutiva humana en la Facultad de Artes y Ciencias. "Así como vemos que la ascendencia yakutia se desplaza de este a oeste, nuestros datos genéticos muestran que la indoeuropea se expandió de oeste a este".
Pero la influencia del urálico se concentró principalmente en el norte. "Hablamos de la taiga, la gran extensión de bosque boreal que se extiende desde Escandinavia casi hasta el estrecho de Bering", explicó Kim, quien se especializó en biología organísmica y evolutiva en la Facultad y estudió arqueología en la Escuela de Posgrado de Artes y Ciencias Kenneth C. Griffin. "Este no es un territorio que se pueda recorrer fácilmente a caballo".
FUNDICIÓN DE BRONCE
Los arqueólogos han relacionado desde hace tiempo la expansión del urálico con el llamado fenómeno Seima-Turbino, o la repentina aparición, hace unos 4.000 años, de métodos tecnológicamente avanzados de fundición de bronce en el norte de Eurasia.
Los artefactos resultantes, principalmente armas y otras exhibiciones de poder, también se han vinculado a una era de cambios climáticos globales que podrían haber beneficiado a las culturas a pequeña escala que hablaban lenguas urálicas durante y después del fenómeno Seima-Turbino.
"El bronce a menudo tuvo un efecto transformador en las culturas que lo utilizaban", explicó Zeng, señalando la necesidad de obtener materias primas -principalmente cobre y estaño- de lugares selectos. "El bronce realmente catalizó el comercio a larga distancia. Para empezar a utilizarlo, las sociedades necesitaban desarrollar nuevas conexiones sociales e instituciones".
Una imagen de las comunidades genéticamente diversas que practicaban las técnicas Seima-Turbino se hizo más clara con el advenimiento de la ciencia del ADN antiguo.
"Algunos tenían ascendencia genética de Yakutia, otros eran iraníes, otros eran cazadores-recolectores bálticos de Europa", dijo Reich. "Todos están enterrados juntos en los mismos sitios".
Las muestras genéticas más recientes, reunidas por Kim con la ayuda de otros arqueólogos, incluido el tercer coautor principal, Leonid Vyazov, de la Universidad de Ostrava (Chequia), revelaron fuertes corrientes de ascendencia yakutia en una sucesión de antiguos yacimientos funerarios que se extienden gradualmente hacia el oeste, cada uno de los cuales alberga ricas reservas de objetos de Seima-Turbino.