Sr. Director:
Se ha vuelto costumbre en nuestro país ver cómo algunos actores políticos transitan indistintamente entre cargos del Ejecutivo y del Legislativo, como si se tratara de funciones equivalentes o intercambiables. Esta práctica, lejos de responder a una planificación estratégica basada en capacidades o experiencia, parece estar guiada por la necesidad de permanecer aferrados al aparato estatal.
Un ejemplo reciente es la renuncia del Seremi de Educación de Atacama, quien ya se perfila como candidato al Parlamento. Asimismo, hemos visto a parlamentarios que postulan a cargos en el Ejecutivo sin considerar que ambas funciones responden a lógicas institucionales completamente distintas: una diseña y fiscaliza, la otra ejecuta políticas públicas.
Esta suerte de “rotación” entre poderes recuerda a un futbolista que, por orden de los dueños del club, pasa de portero a centrocampista, no por táctica ni talento, sino porque simplemente debe seguir en la cancha. El problema es que, en muchos casos, no existe una evaluación seria de competencias para asumir los nuevos roles, lo que termina afectando la eficiencia del Estado y debilitando la confianza ciudadana en sus instituciones.
No basta con "estar en política"; se necesita vocación, preparación y claridad sobre el rol que se cumple en cada esfera del poder público. De lo contrario, solo perpetuamos una clase política que gira sobre sí misma, más preocupada de su permanencia que del servicio real al país.
Gabriel Guajardo
13.446.914-5
Cel.:968231769