El Día de los Patrimonios surge como una nueva oportunidad para reflexionar sobre el estado de nuestros barrios y edificios, monumentos y grandes construcciones históricas que visten nuestras ciudades de memoria y cultura. Desafortunadamente, muchos de ellos están en riesgo debido a la falta de protección.
Valparaíso, Patrimonio de la Humanidad, es un ejemplo claro de abandono, que por décadas se mantiene sin un plan de acciones permanentes para revertir su deterioro. Sin embargo, la oportunidad de cambiar esta situación se vincula al trabajo en conjunto público y privado que, entre otras iniciativas, puede ajustar la futura expansión portuaria para priorizar la integración urbana, generar mayor atracción de visitantes y nuevos empleos que aporten a la tan necesaria preservación del patrimonio.
No solo las capitales regionales enfrentan problemas, sino que recientemente hemos visto que el Cementerio General muestra un triste ejemplo y pérdida del respeto por nuestro pasado común. Evidencias como esta llaman a tomar medidas que protejan, sancionen y revaloricen nuestros espacios de convivencia.
Asimismo, vemos como la inseguridad atenta sobre los barrios céntricos, dejándolos a merced de grafitis, rayados y microbasurales, demostrando un vacío educacional que no ha puesto en valor los espacios cívicos que son de todos.
En contraste, la recuperación del eje Alameda, las nuevas salas del centro GAM y de conciertos de la Universidad de Chile VM20, además de las nuevas líneas de Metro anunciadas, muestran que es posible revertir el abandono de los centros urbanos. Esto podemos replicarlo en trenes regionales, parques urbanos centrales y remozamiento de edificios, con buenos ejemplos en EFE MERVAL y Puerto Montt.
También, la Ley de Patrimonio es un paso importante, donde la participación de la academia y los gremios es fundamental en su mejoramiento. La idea es que el Consejo de Monumentos Nacionales agilice procesos, mecanismos de cofinanciamiento y modernice criterios.
Tal como se plantea en la economía o en la política, es hora de concluir un ciclo de desencuentro y deterioro para generar una nueva convivencia. La urbe no es solo un espacio físico, sino la materialización de nuestra propia capacidad de lograr reencuentros, esa que junto a edificios y paisajes valiosos es capaz de construir una sociedad más cohesionada y respetuosa de su herencia cultural.
Alberto Texido
Académico U. Chile.
Consejero Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI).