América Latina y el Caribe y la tormenta arancelaria global

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Felix Pilay



La reciente escalada en la guerra comercial que impulsa el presidente Donald Trump ha generado reacciones en cadena. El incremento de aranceles de manera generalizada en un 10% para casi todo el mundo, 20% para la Unión Europea, 24% para Japón, Vietnán 46%, India 26%, Corea del Sur 25% y un alarmante 34% que luego se transformó en 125% para China, plantea implicaciones para América Latina y el Caribe, que sentirán su impacto de manera indirecta pero significativa.


La decisión política tomada por el presidente Trump, que busca imponer aranceles generalizados al planeta, obedece sin duda a una lógica proteccionista con la cual intenta reducir el déficit comercial gigantesco que experimenta Estados Unidos y con ello, repatriar empleos industriales. Al tomar esta drástica decisión, consecuentemente coloca un tabique a los flujos de comercio en un mundo globalizado.


Es necesario tener en cuenta que al momento que toma esta decisión el presidente del país más influyente el mundo, con el cual incrementa los costos de las importaciones para Estados Unidos y las exportaciones para el resto del mundo, no solo está afectando a las economías sancionadas, sino que también altera los patrones de consumo e inversión en los países de primer mundo y con mayor fuerza en los de América Latina y el Caribe.


Inmediatamente después de la decisión del Presidente de Trump, los gobiernos del mundo comenzaron a moverse, buscando acuerdos, según Trump,  (empezaron a lamérselo), a excepción de la China que reaccionó y elevó también sus aranceles a los productos norteamericanos, a lo cual el presidente, lo asumió como un desafío a sus políticas y respondió con una represalia, aumentando aranceles hasta un 125%, lo cual de suyo marco un punto de inflexión.


Frente a la gran tormenta que se ha armado a nivel planetario, por lo que ya se ha denominado “guerra comercial” iniciada por los EE-UU, ha hecho que se abra la posibilidad de acuerdo temporal o una "pausa" de 90 días al resto del mundo excluyendo a la China, para que los gobiernos presenten propuestas de negociación. Para muchos entendidos en la materia, consideran que este margen de tiempo más parece una táctica que una tregua.


La táctica más que tregua, sería que detrás de toda esta guerra arancelaria, el gobierno busca que el mundo ayude a cargar la pesada crisis que enfrenta los EE-UU. Una vez que los gobiernos del mundo empiecen las negociaciones, evidentemente, deberán aceptar las condiciones que le imponga el gigante del norte, caso contrario podrían transitar el mismo camino que la China, lo que implica que los Estados nacionales se verán en la necesidad de aceptar o firmar la carta de intención que Trump les ponga sobre la mesa.


Esto se ha hecho evidente, una vez que el presidente de Corea del Sur, frente al debacle de la economía nacional que depende generalmente de las exportaciones, ya ha iniciado conversaciones telefónicas con Washington, y las conversaciones personales tendrán lugar en los próximos días, ya se anuncia que una de las cuestiones a negociar sería que los surcoreanos, paguen la seguridad que representa la presencia militar estadounidense en ese país, además se ha manifestado que las negociaciones irían más allá de los temas que estarían cubiertos por la política arancelaria.


Frente a la guerra Comercial, que se ha profundizada entre EE-UU y China, de alguna manera se podría pensar que los países de América Latina enfrentarán en el futuro inmediato tanto riesgos como oportunidades.


El riesgo podría ser, debido a que en la guerra el más perjudicado es la China, puesto que es la fábrica del mundo y necesita estos mercados para sus productos y para sustentar la enorme producción, china requiere comprar la materia prima de América Latina, por lo que, en este enfrentamiento arancelario, lo que podría suceder es que la economía de China se desacelere y reduzca la demanda, lo que conduciría a que la región latinoamericana y caribeña podrían tener una rebaja significativa en los ingresos provenientes de las exportaciones.


Podría suceder también que sea una estrategia para privilegiar a las cadenas de comercio multinacionales, que implica que las transnacionales podrían reorganizar sus cadenas de suministros, lo que afectaría severamente a las pequeñas empresas latinoamericanas y caribeñas, llevándolas al posible colapso, frente a su imposibilidad de competir, con los altos costos. La quiebra de las pequeñas empresas, cederían su mercado a las empresas gigantes.


La oportunidad podría ser que los países de la región puedan capitalizar el conflicto existente entre EE-UU y la China, y procedan a diversificar sus mercados, lo que le permitiría posicionarse como proveedores alternativos en zonas que se verían afectadas directamente por las restricciones comerciales entre los dos gigantes.


Podría ser una oportunidad para la inversión extranjera directa, mediante la migración de empresas hacia los países de América Latina y el Caribe, sobre todo de empresas multinacionales que busquen evitar altos aranceles. Al mismo tiempo también se abre la oportunidad de que los países de la región comiencen a trabajar en función de encontrar procesos de integración regional efectiva, lo que sería ideal para depender cada vez menos de los grandes bloques comerciales.


La guerra comercial, podría pensarse que no afectará a la región, pues se trata de disputas comerciales entre dos gigantes, pero lamentablemente no es así, la afectación será grave, afectará al crecimiento económica y deprimirá a la economía, más si no se encuentra entre los gobernantes la capacidad de resiliencia, para fortalecer la infraestructura comercial y responder de manera efectiva a los cambios en la cadena de valor internacional.


Félix S. Pilay Toala

Profesor Universitario

Analista económico y político

Doctor, Economista, Magister en Administración Pública.

 Presidente, RED ICALC, (Red de Investigadores Científicos de América Latina y el Caribe).

Director de la Revista Científica “RedCiencia360”


Pilayfelix071@gmail.com


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