El día 24 del presente mes se cumple un nuevo aniversario de la guerra que sostienen Rusia y Ucrania. Al igual como ocurre con múltiples hechos noticiosos que, en su minuto, nos horrorizan o generan al menos algún nivel de asombro, pero que, el transcurso del tiempo se encarga de minimizar y hasta borrar de nuestras miradas y preocupaciones, este conflicto no es la excepción.
En la práctica, las acciones continúan con variable intensidad, pero con obcecada perseverancia por parte de cada contendiente, incrementando el número de bajas, heridos y desplazados, principalmente en los territorios orientales de Ucrania, sin dejar de mencionar lo propio realizado por las tropas de este país en la región rusa de Kursk, donde mantiene una ocupación de territorio desde agosto del año pasado.
Al mirar lo que ha ocurrido durante estos tres años de conflicto, no siendo factible aún obtener conclusiones y experiencias definitivas, dado que eso estará matizado por quien alcance sus objetivos y, en definitiva, pueda imponerse como el vencedor, sí estimo es posible observar algunas consecuencias, al menos parciales, no solo para los beligerantes, sino que para muchos otros actores.
Desde el comienzo del conflicto una de las primeras acciones que realizó occidente, en particular Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, fue la imposición de una serie de sanciones económicas, tanto a Rusia como país como también, a determinadas personalidades identificadas como actores relevantes en la guerra. Transcurrido este tiempo podemos ver cómo este tipo de acciones no ha alcanzado los efectos que se esperaba, en particular, el hacer que Rusia abandone su “Operación Militar Especial” en Ucrania. Muy por el contrario, la economía rusa ha soportado esta presión, independiente que ésta, en varios aspectos, pudiera mostrar algún grado de deterioro. Por otro lado, su industria militar se ha visto forzada a superar innumerables problemas; sin embargo, ha sido capaz de continuar la producción de equipamiento de los más diversos tipos. Es destacable que, en lo relativo a la munición de artillería, esta capacidad de fabricación ha alcanzado un ritmo que supera a las capacidades toda la industria militar europea en su conjunto.
En el análisis estrictamente militar, cada beligerante ha alcanzando diferentes objetivos, pero que, en una mirada más global, los mantiene en la actualidad en una condición de statu quo, realidad que se ha mantenido al menos en el periodo de este último año. Las conquistas territoriales alcanzadas inicialmente por Rusia fueron contenidas por Ucrania manteniéndose prácticamente en la misma línea por meses. Ucrania por su lado, haciendo gala de una tremenda resiliencia, capacidad de innovar y de adaptación, ha logrado mantener el mencionado statu quo en todas las dimensiones, a saber, terrestre, aérea y marítima. Tal vez es destacable, gracias al uso del ingenio, este país, ha sido capaz de desarrollar una amplia gama de vehículos no tripulados de diferentes características que, en la dimensión marítima en particular, ha logrado mantener a las fuerzas navales rusas replegadas en sus bases e, incluso, haciéndolas replegarse más al oriente en el mar Negro.
Desde la mirada de las relaciones internacionales, manteniendo un relato constante y un encomiable esfuerzo diplomático, el presidente ucraniano Volodomir Zelenski, ha logrado un apoyo variable, pero permanente, de recursos y armamento desde diferentes países, principalmente, de la OTAN. Por su parte, Rusia, ha establecido y consolidado alianzas, más que en contra de Ucrania, en busca de desafiar la hegemonía mundial de Estados Unidos. Es así como se ha fortalecido la relación con Irán en ámbitos como la transferencia de armamento, transferencia de tecnología, cooperación industrial, apoyo económico y diplomático, ejercitación militar combinada, etc., lo que en su minuto ha aliviado las necesidades de recursos no solo militares. Recíprocamente, a Irán le está contribuyendo a superar desafíos principalmente tecnológicos en su industria, tanto militar como de desarrollo nuclear. Otro actor al que ya hemos mencionado en columnas anteriores es Corea del Norte, que está apoyando principalmente con recursos humanos a las desgastadas fuerzas rusas y, al igual que Irán, se está beneficiando del traspaso de tecnología y conocimiento militar actualizado para, en su minuto, estar en un mejor pie para desafiar a Corea del Sur y sus aliados.
Finalmente, las fricciones propias de un conflicto de esta magnitud y extensión temporal han impactado otras áreas geográficas y la capacidad de influencia geopolítica, en particular de Rusia. Un ejemplo de lo anterior ha sido el repliegue de sus fuerzas desde Siria y su incapacidad para seguir apoyando aquellas facciones proclives al régimen del depuesto Bashar Al-Assad. Lo antes señalado ha afectado la presencia rusa en el Mediterráneo, al tener que retirar fuerzas militares estacionadas en bases en territorio sirio. Lo antes mencionado no solo tiene los efectos directos de la disminución de fuerzas en Siria sino también, en su capacidad de influir en otros países de esa región que mantiene conflictos de diferente intensidad y cuya balanza desde la mirada de las hegemonías se mantiene en disputa.
El arribo a la Casa Blanca del presidente Donald Trump, en su segundo mandato, ha irrumpido en la escena mundial con una serie de anuncios y acciones que están generando movimientos tectónicos a nivel de la política y geopolítica mundial. En el ámbito del referido conflicto, el envío de sus representantes a reunirse directamente con enviados de Putin en Arabia Saudita, para discutir sobre el cese de hostilidades, obviando en este proceso a actores relevantes como son la misma Ucrania y la OTAN, que no han visto con buenos ojos éstos. Si podíamos decir había incertidumbre en los plazos y condiciones para ver el término de este conflicto, estas acciones le han incorporado inestabilidad extra al péndulo del futuro resultado a nivel global.
Con lo sucintamente planteado en las reflexiones expresadas cabe preguntarse cuál podría ser el impacto para nuestro país una vez concluya este conflicto a la luz de cómo, a la fecha, ya ha ido generando ciertas consecuencias, tanto a nivel de la geopolítica mundial como también, respecto de la validez de herramientas que tradicionalmente empleaban algunos de los instrumentos del poder nacional como lo puede ser las acciones diplomáticas o las sanciones económicas. En particular, respecto de estas últimas, hemos podido apreciar cómo una robusta base industrial, una adecuada gestión de innovación y una buena capacidad de adaptación, constituyen elementos clave para poder hacer frente o, al menos neutralizar, acciones de este tipo ante las potenciales acciones no solo de un contendiente en una situación de conflicto sino también, hacer frente a otros desafíos que pudieran plantear quien quisiera afectar los intereses u objetivos de la nación.
Leonardo Quijarro S.
Profesor Residente Academia de Guerra Naval
Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)