​Breve análisis político y económico global en 2024

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Felix Pilay

El 2024 se perfila como un año crítico desde la perspectiva política y económica escala global, con una serie de eventos políticos y económicos que han tenido repercusiones de largo alcance. En un contexto de múltiples crisis convergentes, desde la reconfiguración de las relaciones geopolíticas hasta la persistencia de desafíos económicos internos en distintas regiones, los actores globales se enfrentan a decisiones que definirán el curso del siglo XXI.


Dos eventos han puesto en vilo a la humanidad entera, frente a la posibilidad inminente de una tercer y última guerra mundial, por una parte, se perfila la guerra entre Rusia y Ucrania, iniciada en 2022, y sigue en la palestra como uno de los eventos geopolíticos más desafiante. En 2024, la situación se mantiene en un punto álgido con la intervención de Rusia y el apoyo de la OTAN y occidente a Ucrania. Las sanciones económicas impuestas a Rusia han tenido un gran impacto en las economías europeas, en especial aquellas relacionadas con la energía.


La crisis energética, que se ha generado ha sido exacerbada por los cortes de suministros de gas y petróleo rusos, energía vital para Europa y en particular para Alemania, lo que ha forzado a los países de la UE a repensar sus estrategias energéticas, acelerando con ello, la transición hacia energías renovables y buscando diversificación de proveedores.


Desde la perspectiva económica, la guerra también ha trastocado el mercado de alimentos, ya que Ucrania y Rusia son los principales exportadores de cereales y fertilizantes del mundo. Lo que ha traído como consecuencia el alza de los precios de alimentos básicos y aquellos que se originan en la agricultura, todo esto ha afectado tanto a economías desarrolladas como en vías de desarrollo, con un aumento en la inseguridad alimentaria. Además, el conflicto ha puesto en evidencia la dependencia total de Europa del gas ruso.


La guerra entre Israel y Palestina, que se reanudó en 2021, ha persistido a lo largo de los años, ha alcanzado un nuevo nivel de intensidad. Los recientes brotes de violencia, la escalada de ataques y la crisis humanitaria han provocado un renovado interés y preocupación a nivel global. Desde la perspectiva política y económica, es esencial abordar esta confrontación que no solo contemple el conflicto territorial que ha devastado a estas naciones, sino también los factores económicos y las dinámicas geopolíticas regionales.


Si bien este conflicto israelí y palestino se remonta a más de un siglo, con sus raíces profundamente en la historia religiosa, política y territorial del Medio Oriente. El establecimiento del Estado de Israel en 1948 marcó un punto de inflexión, originando la primera de varias guerras árabe-israelíes, y la continua lucha de los palestinos por el reconocimiento de su derecho a un Estado propio. El actual brote de violencia refleja una prolongada lucha por el control territorial, especialmente en la Franja de Gaza y Cisjordania, dos regiones clave en el conflicto.


Se evidencia que la guerra israelí y palestino sigue siendo una cuestión candente, no solo para los países en conflicto, sino también para potencias como Estados Unidos, la Unión Europea, Irán y Rusia, que tienen intereses geopolíticos y económicos en la región. Los Estados Unidos, con su apoyo a Israel, y otros actores como Irán, que apoya a facciones como Hamas, mantienen una constante tensión que afecta a la estabilidad regional y planetaria.


Otras de las amenazas a escala global, es el cambio climático, fenómeno que continúa siendo alarmante en 2024, los esfuerzos para mitigar sus efectos se encuentran en una encrucijada. La transición energética hacia fuentes renovables sigue siendo una prioridad planetaria, pero las dificultades económicas derivadas de la crisis energética y la falta de acuerdos entre los gobernantes a nivel internacional han ralentizado los avances. Los países más desarrollados siguen siendo los principales emisores de gases de efecto invernadero, mientras que los países del Sur Global, especialmente en América Latina y África, se ven enfrentados a grandes presiones de adaptarse a las consecuencias del cambio climático sin contar con los recursos económicos necesarios.


China continúa consolidándose como la fábrica del planeta, se postula en 2024 como una superpotencia económica y geopolítica, con una expansión de gran influencia en África, América Latina y el Caribe y otras regiones del mundo. La iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda ha sido un instrumento para este propósito, promoviendo la inversión en infraestructuras en países en desarrollo, a menudo a través de créditos a largo plazo. Este modelo, que en algunos casos ha sido criticado por generar dependencia económica, caso Ecuador, ha abierto una brecha entre las economías desarrolladas y las emergentes.


En lo político, el 2024 se ha visto enfrentado a un aumento de la polarización, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. En América Latina, las tensiones políticas se han intensificado, con protestas sociales en países como Chile, Colombia, Perú y Ecuador, mientras que otros, como México, Brasil y Argentina, han experimentado una reconfiguración de sus sistemas políticos con la ascensión de liderazgos populistas. La polarización también se refleja en las crecientes tensiones entre los bloques económicos y políticos globales, donde las democracias liberales de Occidente se ven desafiadas de manera permanente.


Se evidencia que, en 2024, el panorama global está marcado por una serie de conflictos interrelacionados que afectan tanto a las grandes potencias como a las naciones en desarrollo. La guerra entre Rusia y Ucrania, el conflicto Israel y Palestina, las consecuencias del cambio climático, el ascenso de China, y la crisis de la democracia, configuran un escenario global en el que las decisiones de los líderes de hoy, determinarán el futuro de la humanidad.


América Latina y el Caribe, es imperativo que su liderazgo aproveche su posición estratégica en el contexto de estos frecuentes cambios globales, tanto en términos económicos como políticos. Es fundamental que los países latinoamericanos y caribeños construyan una agenda común que no solo busque el desarrollo económico de las grandes empresas, sino también una mayor integración regional, con un enfoque claro en la sostenibilidad y la justicia social que combata la pobreza creciente. Solo de esta manera podrán afrontar los retos globales y posicionarse como actores relevantes en el nuevo contexto mundial que emerge.


Félix S. Pilay Toala

Profesor Universitario

Analista económico y político

Doctor, Economista, Magister en Administración Pública.

Presidente, RED ICALC, (Red de Investigadores Científicos de América Latina y el Caribe)

Pilayfelix071@gmail.com 

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