Entramos en el crepúsculo de este año 2024 y la vorágine de nuestro quehacer cotidiano hace que múltiples eventos, tanto locales como a nivel mundial, capturen parcialmente nuestra atención o, definitivamente, pasen desapercibidos. El conflicto entre Rusia y Ucrania se encamina a completar su tercer año siguiendo su devastador desgaste, tanto en vidas como en material e infraestructura; sin embargo, hoy en día aparece tímidamente en alguna nota que nos muestra la situación actual de la guerra.
Estas últimas semanas, la noticia que de alguna forma nos ha recordado la persistencia de este conflicto ha sido la presencia, ya confirmada, de acuerdo a información proporcionada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, de una cantidad cifrada entre 8.000 y 12.000 soldados de Corea del Norte combatiendo contra fuerzas ucranianas apoyando a Rusia.
Ahora bien, ¿cuál sería el interés de ambos países, Rusia y Corea del Norte, respecto esta situación?
En el caso de Rusia, por un lado, le permite reforzar alianzas en sus esferas de influencia y, en particular con Corea del Norte, fortalecer el acuerdo militar denominado “Tratado de Asociación Estratégica Integral entre la República Popular Democrática de Corea y la Federación Rusa”, celebrado el pasado 19 de junio, firmado entre el presidente ruso Vladimir Putin y el líder norcoreano Kim Jong-Un, siendo ratificado por el parlamento ruso el pasado 6 de noviembre y la presente semana por el Estado norcoreano. Este acuerdo incluiría una cláusula de asistencia militar en caso de agresión a una de las partes. Otro aspecto que sería de interés para Rusia, considerando el desgaste de tropas que ha significado el conflicto, el que ya obligó a realizar un llamado de reclutamiento, el que fuera fuertemente resistido por la opinión pública rusa, lo que, sumado a la incursión ucraniana en la región de Kursk, ha demandado un esfuerzo adicional para el ejército ruso haría que, la incorporación de tropas norcoreanas, genere un alivio a la necesidad de decretar un nuevo llamado para incorporarse a las filas para una, cada vez más reticente población, a este respecto. A lo antes mencionado se debe agregar la posibilidad de acceder a los arsenales norcoreanos, los que ya han abastecido de munición de artillería, tan necesaria para sostener el frente de batalla por parte de Rusia.
Desde la perspectiva de Corea del Norte, el involucrarse en el conflicto, por una parte, le da la oportunidad de actualizar sus conocimientos y tácticas, al entrar en combate contra las fuerzas ucranianas, las que están empleando principalmente, material occidental de última generación, además de doctrina operativa instruida por occidente. Este escenario le sería de gran interés dado que supone sería bastante similar al que encontraría en caso de involucrarse en un conflicto contra Corea del Sur. En segundo término, dentro del acuerdo firmado con la Federación Rusa, estaría incluida la transferencia de tecnología, siendo de particular interés, la asociada a incrementar la capacidad nuclear.
Sin embargo, esta asociación tiene algunos inconvenientes.
Como lo tratáramos en alguna columna anterior, los países forman coaliciones para hacer frente a diferentes tipos de desafíos que les permitan mejorar el bienestar y seguridad de sus poblaciones, fin último de los Estados. En este esfuerzo participan todos los instrumentos del Poder Nacional, en particular el instrumento militar y sus fuerzas armadas. Para alcanzar una sinergia positiva, las fuerzas armadas participan de ejercicios multinacionales para normalizar procedimientos y tácticas de tal forma que, en caso de la necesidad trabajar juntos, exista la menor interferencia para un rápido entendimiento y logro de las tareas asignadas. Lo anterior se conoce como la Capacidad de Interoperar, que en el caso del binomio Rusia – Corea del Norte, no existía previamente o era muy incipiente, por lo que, en la actualidad, están trabajando apresuradamente en alcanzar, instruyendo a algunos oficiales y soldados norcoreanos desde el idioma ruso hasta su forma de operar. El riesgo de su inexistencia es que se produzcan enfrentamientos entre fuerzas amigas, en vez de actuar contra los ucranianos.
Otro aspecto con el que tendrá que lidiar el ejército ruso es la dispar realidad del soldado ruso respecto al norcoreano en cuanto a su fricción con occidente. Hay que recordar que, por el tipo de sociedad de norcoreana, éstos no tienen acceso a ningún tipo de contacto con occidente, por lo que la simple disponibilidad de internet ya implica un cambio sustantivo de su realidad.
En definitiva, esta asociación, cuyo resultado es incierto, abre nuevos desafíos a los ya cambiantes escenarios mundiales, como, por ejemplo, ¿cuál será la reacción de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a la incorporación directa de un tercer Estado en el conflicto?
Para nuestro país, el desafío es comprender la importancia de la construcción de alianzas y cómo éstas se deben cultivar y mantener en el tiempo. La necesaria interacción entre los países y sus fuerzas armadas que participen conformando estas alianzas requiere sea constante, de tal forma que, en caso de requerirse, permitan operativizar en forma efectiva fuerzas de diferentes orígenes que contribuyan a los objetivos se pudieran plantear, que pueden ir desde el enfrentar situaciones de catástrofe hasta un conflicto militar. Las operaciones exitosas no son fruto del azar sino que de la preparación y la constancia.
Leonardo Quijarro S.
Profesor Residente Academia de Guerra Naval
Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)