Recientemente la Iglesia Católica ha hecho pública una declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe sobre la dignidad humana. El contenido de este documento va mucho más allá de la doctrina de la iglesia y de su propio posicionamiento como entidad religiosa, y se extiende hacia consideraciones importantes sobre un problema que afecta a la humanidad en su conjunto, más allá de convencimientos religiosos. En efecto, el documento otorga al concepto de dignidad humana una connotación ontológica, es decir que es intrínseca a la persona, o sea propio del ser e independiente de toda circunstancia y contexto. En este sentido, precede a otros conceptos de dignidad, como la social, la moral y la existencial, puesto que se encuentra en la base misma de la concepción de persona. Un documento oportuno para reflexionar en el convulsionado contexto en que la humanidad se desenvuelve actualmente, donde prima la violencia, la discriminación, el ideologismo extremo y la ausencia de diálogo para abordar los temas valóricos más esenciales. Un escenario que conduce al enfrentamiento entre distintas visiones del hombre y la sociedad y que, sin volver a las graves confrontaciones ideológicas del pasado, conservan ese matiz de solución que propende a destruir todo para construir algo nuevo, y que se muestra como esperanza para reivindicar a quienes han sido pospuestos de los beneficios del progreso.
La declaración especifica algunas violaciones graves de la dignidad humana que no constituyen, como la enumeración que es, una novedad respecto del ritmo y forma de la vida en sociedad. Desde luego la pobreza se menciona como una grave transgresión a la dignidad de las personas, especialmente cuando ésta es transmitida por falta de oportunidades a través de generaciones y crea una verdadera estructura de contradicciones a nivel planetario entre los países y sectores acaudalados y aquellos dominados por el hambre y la miseria, Realidad presente por siglos, y que en su pretendida civilización la humanidad no ha realizado esfuerzos efectivos y sinceros en pro de una práctica fraternal y humanitaria de tipo permanente que permita superarla. En este sentido, bien habría hecho la iglesia al declarar también las formas en que debería actuar la humanidad organizada para terminar en plazos razonables con este flagelo que debiera avergonzarnos en nuestra pretendida civilización. Es pues, un documento que reviste trascendencia pero que no avanza en caminos que permitan superar la indignidad.
Menciona también el abuso sexual como algo que afecta profundamente le dignidad humana. En este sentido, quizás podría decirse que un daño aún mayor se vincula al abuso infantil, que se da en todo el mundo y que constituye una verdadera vergüenza. Condenable del punto de vista de la institucionalidad jurídica de los países, es todavía un tema presente que ha afectado a la propia iglesia que ha debido en muchas instancias mostrar su dolor y su vergüenza, ante la comisión de verdaderos crímenes de lesa humanidad contra niños y jóvenes afectados en su vida entera por el delito del que fueron víctimas. Y como éste, el documento explicita 13 hechos que constituyen grave violación a la dignidad humana, sin exceptuar la violencia contra las mujeres, practica consabida en algunas culturas.
Un aspecto faltante, quizás, en esta declaración de la iglesia es responder a la vigente pregunta sobre qué debemos hacer. No cabe duda que se podrá hablar mucho sobre la obligación de los estados, el perfeccionamiento de los sistemas legales para castigar las violaciones de los derechos humanos y las acciones atentatorias contra la dignidad de las personas. Pero poco podremos hacer si no mejoramos al ser humano en sí, en sus valores, en su concepto de la vida en común y en el respeto sobre sus congéneres. Poco se ha hecho para mejorar la educación en esta perspectiva amplia. En este sentido no podemos olvidar las lecciones que nos dejó Enmanuel Levinas, el filósofo lituano-francés, en cuanto a la ética de la alteridad y la responsabilidad hacia el otro. El documento de la iglesia es un diagnóstico, que necesita de una proyección a la acción, la cual no corresponderá solamente a la de un credo religioso, sino a la de toda organización humana que asuma su responsabilidad por mejorar el futuro de la especie.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central