¿Se podría dar un nuevo 18 de octubre?

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Rodrigo Barcia


En esta fecha nos ronda el fantasma del octubrismo y se suele señalar que dichos eventos, tan desastrosos para el país, se podrían repetir. Y cómo todas las cosas dicha afirmación tiene algo de cierto y algo de inexacto.  Lo primero que hay que recordar es lo que ocurrió el 18 de octubre del 2019, y simplificando harto se puede señalar que ocurrieron dos fenómenos. El primero es que se dieron marchas masivas en contra del modelo de los últimos 30 años, con ciudadanos que aparentemente se inclinaban por un cambio relevante del país hacia una mejora en los derechos sociales. Este movimiento fue inorgánico y rechazó cualquier dirección política, los manifestantes mostraron su antipatía contra lo que podríamos señalar la izquierda más radical, que no fue admitida en dichas manifestaciones (se expulsaron a los dirigentes más relevantes tanto del PC como del FA).  Curiosamente estas manifestaciones fueron la causa directa del segundo fenómeno: la violencia. Ello porque los carabineros, distraídos en la contención de dichas manifestaciones “pacíficas”, permitieron que no se pudiese enfrentar a grupos violentos, que asaltaron, quemaron y, no se debe olvida nunca, mataron gente. Nótese que sin las personas que se “manifestaban pacíficamente” no se podría haber dado la violencia. No era posible ir a una bicicleteada masiva a la casa del presidente Piñera para protestar y, a la vez, ignorar que “otro grupo de personas” estaba saqueando e incendiando, aprovechándose de dicha protesta. Para decirlo en claro los manifestantes pacíficos fueron cómplices pasivos de la destrucción. Precisamente en esto consistió la cobardía moral de la izquierda democrática con excepciones muy precisas, como la de Cristián Warnken, y muy manifiestas como la del presidente Lagos, que se demoró 2 años en condenar la violencia. No bastaba con condenar la violencia -cosa que no se hizo-, sino también “las protestas pacíficas” que la propiciaban.


Aún no ha habido suficiente análisis de lo que se perdió el 18 de octubre. La violencia que se vive hoy es tributaria de dicho día. Nuevamente distinguiendo ambos grupos, los cómplices pasivos y los activistas, no sabemos nada de los activistas, no sabemos quiénes quemaron el metro, quiénes incitaban y organizaban los grupos de saqueadores, si es que había intervención extranjera o interna (si había partidos políticos y dirigentes involucrados). Por tanto, tampoco sabemos si dichos grupos se activarán nuevamente.  Naturalmente que, desde esa fecha con medios de comunicación y periodistas concretos, que naturalizaron la violencia, y que sea de paso no han pagado ningún costo, algo de nuestra alma nacional se perdió. No es sólo un tema del orden público, nuestro país desde su independencia ha sido refractario frente al desorden, y eso se perdió. Pero volviendo a nuestra pregunta, ¿volverá la violencia? Me temo que ella aún no ha sido contenida, la vivimos día a día. El deber básico del Estado es proveer orden público.  Ahora bien, lo que sí es de esperar es que los ciudadanos entiendan que no hay atajos para el logro de las legítimas expectativas en materia política, social o económica y que ellas se encausan en el debate político, o sea, en los partidos políticos, en los plebiscitos, y no en las calles. El octubrismo no se repetirá tal y como se dio, la violencia, sin embargo, aparentemente llegó para quedarse.


Rodrigo Barcia Lehmann.

Prof. Dr. en Derecho y mag. en economía


Universidad Autónoma de Chile


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