Hace algunas semanas se publicó una estadística impactante: Aunque sólo un 8% (41) de las 500 empresas que componen el S&P -uno de los índices bursátiles más importantes de Estados Unidos-, tienen una CEO mujer, en materia de productividad y eficiencia ellas han superado al 92% de las empresas lideradas por hombres en los últimos 10 años.
La diferencia en cuanto a rentabilidad es clara a favor del liderazgo femenino, con un 384% para las mujeres y un 261% correspondiente a las empresas dirigidas por hombres. Esta es una muestra concreta y palpable de algo que intuíamos desde hace mucho tiempo, que las mujeres tenemos excelentes aptitudes para desempeñar cargos de liderazgo con éxito y que de no ser por las brechas de género históricas, las mismas de las que recién ahora se está tomando conciencia, podríamos contribuir de manera mucho más potente al desarrollo corporativo y económico de cada país.
Si consideramos que la mitad de la población mundial es femenina, al fomentar mayor participación para ellas dentro de las empresas estamos generando beneficios inmediatos en cuanto a representación, igualdad de oportunidades, mayor fuerza laboral y también la apertura hacia nuevas habilidades y competencias, como la capacidad de resiliencia, empatía, comunicación efectiva y una visión de trabajo multifocal. Gracias a estos atributos, podemos visualizar diferentes perspectivas a partir de una misma situación y aportar con visión más amplia para cumplir con los objetivos estratégicos de cada compañía.
El impacto positivo de la fuerza laboral femenina en equipos de liderazgo es tal, que según el informe Gender Snapshot 2022 de ONU Mujeres, la exclusión de las mujeres del mundo digital ha recortado 1 billón de dólares del Producto Interno Bruto (PIB) de los países de ingresos bajos y medios en la última década, una pérdida que aumentaría a 1,5 billones de dólares en 2025 si no se toman las medidas necesarias.
Tenemos argumentos suficientes, pero ¿Qué nos falta como país para revertir las brechas de género? Son varios factores, entre ellos está la creencia extendida de que sólo los hombres tienen la facultad de ser líderes y también las diferencias que se crean desde la infancia, cuando se educa a los niños para ser jefes y a las niñas para formar familia y, en caso de que quieran trabajar, lo hagan en profesiones relacionadas con servicios. Por suerte esto está cambiando, pero aún queda mucho camino por recorrer, también desde la óptica de reforzar la confianza entre las propias mujeres para que dejen atrás los estereotipos y se atrevan a innovar en sus elecciones laborales.
Como sociedad tenemos el deber de abrir nuevos espacios para que más mujeres puedan asumir puestos de primera línea, invertir en ellas e inspirar a otras a que tomen la iniciativa y puedan servir de modelo para las futuras generaciones. Mientras más empresas cuenten con mujeres gerentas, mejorará su capacidad económica y su productividad, lo que derivará directamente en mayor eficiencia y bienestar. Los beneficios son sustanciales y por eso, necesitamos acelerar los cambios cuanto antes.
Viviana González, Gerente BPO y Plataformas en Grupo Avanza