Desde que se inventaron, cada cierto tiempo el mundo de las criptomonedas hace noticia. Bien sea porque alcanzan niveles de precio absurdos o porque caen estrepitosamente. Ahora estamos ante uno de estos eventos: la estrepitosa caída de FTX, rompiendo el récord histórico de todos los mercados financieros de todos los tiempos, al perder un 94% de su valor en un día (fuente: The Economist). Su fundador y principal accionista, Sam Bankman-Fried, era señalado por el mismo The Economist como el próximo JP Morgan en julio de este mismo año. El 11/11 FTX entró al proceso de quiebra.
El problema de fondo es que las criptomonedas, siendo una idea disruptiva y genial, que haría un gran bien a la economía, no están siendo utilizadas como medio de intercambio de bienes sino como activo financiero especulativo. De esa forma jamás podrá cumplir su cometido.
Detrás de la criptomoneda hay un concepto económico novedoso, que en la literatura económica anglosajone se llama “general ledger”, algo así como “sistema contable general de compensación de transacciones”.
La criptomoneda establece un sistema totalmente descentralizado, democratizado y digital como medio de pago en intercambio de bienes y servicios, que funciona solo. Las personas o empresas que intercambian bienes y servicios acuerdan entre sí liquidar esa transacción mediante un medio de pago que es reconocido por todo el resto de la comunidad. Todos reconocen que la deuda del comprador con el vendedor queda zanjada con el reconocimiento de esta por parte del comprador, que deja expresado en una criptomoneda. Es esa “deuda zanjada” la que adquiere característica de moneda transable por sí misma, y que va pasando de mano en mano para nuevas transacciones. Cada una de esas transacciones queda registrada (contabilizada) dentro de la criptomoneda.
La moneda fue inventada como un medio para hacer las transacciones comerciales más fáciles. Se estableció que el acuñador de monedas fuera la autoridad del territorio, para darle confiabilidad y estabilidad al sistema. Con el tiempo aparecerá la letra de cambio como respaldo de una operación comercial y la emisión de papel moneda como herramienta de pago en intercambio de bienes y servicios. Con la irrupción del comercio exterior, las cartas de crédito se convirtieron en una forma más de establecer el pago en transacciones comerciales, esta vez entre partes de países distintos. Todos estos sistemas, que han sido producto de la evolución histórica de la economía, han permitido “lubricar” el mecanismo del intercambio de bienes y servicios, que ha podido crecer continua y rápidamente gracias a los mismos. De todos ellos, quizá el más parecido a la criptomoneda es la letra de cambio, solo que en el caso de la criptomoneda no hay fecha de vencimiento y es endosable ad infinitum.
En el sistema bancario actual existe el concepto de “último pagador”. Las monedas y billetes emitidos por la autoridad tienen el respaldo final de esa autoridad. En la criptomoneda eso no existe. Eventualmente, la única forma de convertir la criptomoneda en dinero de circulación corriente es vendiéndola. Por eso, en algunos países es considerada una divisa más, ya que trabaja con la misma lógica. Pero su principal virtud es que permite un intercambio de bienes y servicios entre personas naturales y jurídicas sin necesidad del costoso aparataje que tiene el sistema actual, de forma mucho más rápida, y donde la confianza está dada por la comunidad entera, no por una autoridad externa a las transacciones. Su principal problema es que es vista efectivamente como una divisa, no como un “general ledger”, y como tal, es considerada en los mercados financieros como un activo financiero, con lo cual se degrada la función para la cual fue creada y sucede lo que sucede con cualquier activo financiero que pasa a ser especulativo.
Si quienes compran y venden criptomonedas entendieran su verdadera naturaleza, no tendría sobrevaloraciones ni subvaloraciones tan violentas. Increíblemente, a pesar de los años que ya llevan entre nosotros, las criptomonedas siguen siendo vistas tanto como “the next big thing” (precios se disparan) como “the next big scam” (precios se desploman). Y no son ni lo uno ni lo otro.
Alfredo Barriga
UDP
Autor “Futuro Presente: cómo la nueva revolución digital afectará mi vida”