Un caso de formación superior Online vs presencial

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Alfredo Barriga

La pandemia nos obligó a los profesores de enseñanza superior a reinventar los métodos de enseñanza. Un primer cambio de paradigma fue que intentamos dejar de enseñar desde la cátedra y para cambiar hacia el aprendizaje del alumno. Es decir, en vez de “el profesor-enseñador” tuvimos que crear “el alumno-aprendedor”.

Desarrollamos “experiencias de aprendizaje”, utilizando diferentes “artefactos digitales”. Dividimos la materia en “Cápsulas de conocimiento”. Generamos sesiones “simétricas” (concurriendo profesor y alumnos a la vez vía teleconferencia) y otras asimétricas (alumnos y profesor no concurren al mismo tiempo). Generamos distintas modalidades de autoevaluación y ayuda al alumno para aprender lo que le costaba más. Pudimos hacer mejor un trabajo uno-a-uno”.

Los resultados fueron dispares, como no podía ser de otra forma. En primer lugar, porque esto no fue un proceso evolutivo, sino traumático: tuvimos que hacerlo porque no había otra forma de hacerlo. Hubo profesores a quienes el modelo los superó. Para otros – entre los que me incluyo – fue un proceso exitoso y liberador. Mis alumnos - de pregrado vespertino – consiguieron los objetivos de aprendizaje del ramo (establecidos antes de la pandemia). Por abrumadora mayoría consideraron que el formato online era mejor como experiencia de aprendizaje que el formato presencial. Creo que en gran parte porque con este formato podían manejar mejor sus tiempos, al ahorrarles el viaje desde el trabajo al campus y desde el campus a su hogar, pudiendo llegar a horas menos altas.

Al volver a la “normalidad” el Ministerio de Educación decidió que la enseñanza debía volver sí o sí a ser presencial, lo que a mi parecer es una falta de criterio y de comprensión sobre los paradigmas del siglo 21. Por lo que me han dicho, los fondos de gratuidad universitaria están condicionados a la presencialidad de las clases. En consecuencia, tuve que volver a mi formato de clases tradicional, tirando todo el esfuerzo hecho por la borda.

Creo que en el MINEDUC se debería introducir mayor flexibilidad en materias de formatos de enseñanza. Superar criterios maximalistas que implican que “todos” deben seguir el mismo camino y abrirse a la realidad de que la revolución digital está permeando todas las actividades del mundo, incluyendo desde luego la enseñanza, y que debe tolerarse la innovación – siempre y cuando consiga resultados iguales o mejores a los existentes.

Se trata de algo muy sencillo: si la experiencia de aprendizaje fue mejor para los alumnos usando formato online, y los objetivos y resultados de aprendizaje se consiguieron, dejar que se siga en ese formato. Forzar el formato presencial allí donde es inferior como experiencia de aprendizaje perjudica la calidad de enseñanza y al final solo beneficia a las sociedades inmobiliarias que arriendan las aulas para las clases presenciales.


Alfredo Barriga

Autor “Futuro Presente: como la nueva revolución digital afectará mi vida”, publicado en Amazon

Profesor carrera vespertina

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