Mujeres y ciudadanía económica

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En América Latina, los efectos económicos y financieros antes, durante y después de la pandemia global, han conducido al incremento de la pobreza y de la pobreza extrema. Expertos en la temática, señalan que el sector de la población que mayormente ha sufrido los estragos, son sin duda las mujeres de la región, quienes enfrentan una serie de limitaciones que le ha impedido ejercer su plena ciudadanía económica.

Efectivamente la condición de pobreza recurrente en que viven millones de familias en el continente, ha sido un factor decisivo para que las mujeres no hayan alcanzado hasta ahora su derecho económico. Una publicación reciente del Banco Mundial afirma que, si no hubiera sido por el incremento en la participación laboral de mujeres desde 1990, los niveles de pobreza estarían en un 30% más alto que lo que se experimentan ahora.

La afirmación del Banco Mundial revela que, en el sostenimiento económico de los hogares, las mujeres han jugado un papel relevante, gracias a su decisiva participación en el mercado laboral, a pesar de la baja remuneración que reciben, producto de la exclusión de la que son víctima, ha contribuido para que los niveles de pobreza que se experimenta en las familias en la región, hayan sido menos dolorosos.

Los bajos ingresos, la inseguridad, los escasos beneficios sociales que reciben las mujeres por el cumplimiento de tareas laborales tan fuerte como las de un hombre, no han sido una excusa para quedarse en casa cumpliendo labores domésticas y por el contrario de forma desafiante salieron a las calles a buscar una plaza de empleo o también emprender en algún negocio o alguna actividad productiva que le permita obtener recursos económicos y al mismo tiempo sin descuidar las labores en el hogar.

Frente a un sistema imperante que les niega oportunidades a las mujeres, en unos países más y otros menos, ellas con valentía, en cada día de sus vidas han ido empoderándose de lo económico y cultivando sus conocimientos políticos, desarrollando estrategias de trabajo organizativo con sus similares del campo y la ciudad, para defender sus derechos y con ello reducir los niveles de desigualdades de pobreza y sumisión a la que han sido sometida por años.

Florence Raes, representante de la Organización de la Naciones Unidas, (ONU Mujeres), señala que el empoderamiento económico de las mujeres es una de las estrategias de trabajo de la organización, con la finalidad de contribuir a la reducción de los niveles de desigualdades sobre todo en aquellas, de mayores condiciones de vulnerabilidad. Por tanto, hace referencias que las mujeres con el más alto índice de vulnerabilidad económicamente hablando, se las encuentra en las zonas en donde habita la mujer rural, campesina e indígena.

Vanessa Soledispa, activista por los derechos de las mujeres señala que, en Latinoamérica los procesos económicos se relacionan con un tardío desarrollo industrial, sumado a que conviven formas de producción ligadas a la agricultura familiar y la explotación de la naturaleza por la gran cantidad de minerales y recursos hídricos. Las mujeres, se han incorporado a procesos productivos de las industrias de manera parcial y vinculado a otros sectores de la producción y los servicios profesionales y servicios de cuidado, todavía muy ligados al trabajo que se consideran como “femeninos”.

Soledispa, insiste que hablar de derechos y ciudadanía económica de las mujeres hace referencias al ejercicio y acceso al pleno empleo, con seguridad social, tenencia de la tierra, acceso a créditos, igualdad salarial como el que reciben los hombres por el mismo trabajo, reconocimiento del valor económico y social de las actividades reproductivas, del cuidado y mantenimiento del hogar y la protección de la naturaleza.

La ciudadanía económica, también implica que las mujeres tendrían que acceder con plenos derechos a la educación, pero lamentablemente en el continente, son las mujeres las que tienen cada vez menos acceso a la escolaridad y educación universitaria completa, persiste el analfabetismo y con mayor fuerza el analfabetismo tecnológico sostiene Soledispa. Las mujeres de la ruralidad es dónde las estadísticas marcan la mayor brecha económica y social, la pobreza en Latinoamérica tiene rostro de mujer campesina.

El ya pasado 8 de marzo, el mundo celebró el día internacional de la mujer. Pero muy pocas personas recordaron a este día, como lo que en realidad fue, un día histórico, un día de reivindicaciones sociales, fue un periodo que transformó las relaciones laborales, obrero patronal, permitió la existencia de salarios más justos y condiciones laborales más humanas. Para este tiempo, el problema fundamental era la explotación laboral y una total ausencia de leyes para proteger a las mujeres. Que vivan las mujeres y su lucha por la vida.


Prof. Félix S. Pilay Toala

Doctor. Economista, Magister en Administración Pública.

Pontificia Universidad Católica del Ecuador sede Santo Domingo

Fpilay487@pucesd.edu.ec

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