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Luis Riveros |
El país ha revivido las profundas divisiones que llevaron al cruento desenlace de hace 50 años. Tales divisiones no sólo se han conmemorado en un sentido histórico y constructivo, sino que han reedificado y en gran medida profundizado las mismas confrontaciones.
La “electrización” que está viviendo el país, en la expresión utilizada por el presidente de la República, tiene su origen en señales y actitudes de quienes están a cargo de administrar el sistema político. La “electrización”, mejor entendida como el ambiente de alta crispación y confrontación que vivimos a diario, no se ha producido espontáneamente.
El país vive una seria encrucijada económica y social. En su análisis no es suficiente ni satisfactorio entrar a distribuir culpas, puesto que lo que se precisa es enfocar el crucial tema de cómo enfrentar lo que viene. Nuestros políticos parecen no avizorar las nefastas consecuencias que se podrían derivar de las actuales tendencias, y que se mezclarán confusamente con los vigentes problemas sociales y políticos.
El gobierno ha convocado a un grupo de trabajo para abordar el importante tema de investigación y desarrollo, implicando temas en ciencia, tecnología e innovación. Esta Comisión, que articula a varias agencias y organismos del propio gobierno, ha emitido un primer informe retratando las principales preocupaciones abordadas y vertidas en conclusiones y líneas orientadoras del trabajo futuro en estas cruciales áreas.
El país observa, con enorme desconcierto, los actuales acontecimientos marcados por acusaciones sobre mal uso de los recursos públicos. Es cierto, no es primera vez que este tipo de cosas ocurre en nuestro país, siempre causando desorientación e incredulidad en la ciudadanía.
Levanta preocupación la información que emana de diversas encuestas respecto del vigente proceso constitucional. En efecto, una alta proporción de personas manifiesta no estar interesada en el proceso mismo, mientras que más de la mitad de los encuestados revela que está dispuesta a rechazar el texto que se proponga.
Mucho se ha escrito sobre las graves deficiencias asociadas a una educación de mala calidad como la que, en general, se imparte en Chile. Se ha repetido suficientemente que Chile necesita redefinir los contenidos y enfoques de la educación entregada en los distintos niveles, y que esto debe conllevar un reenfoque en materia de formación pedagógica.
Las significativas protestas que se llevaron a cabo a partir de octubre del año 2019, tuvieron como explícita justificación el descontento con lo alcanzado en el país durante el período posterior a 1990.
Chile sigue sometido a discusiones centradas en el corto plazo: en estos días, sobre las negativas consecuencias de la incoherencia en decisiones en materia de política pública y los alegatos en torno a una seria transgresión a la ética del servicio público.
El país vive una mezcla de dos crisis de naturaleza distinta, pero que en su conjunto ponen en riesgo la credibilidad de las instituciones y la misma estabilidad social.