Dos patas faltantes

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Luis Riveros


El gobierno ha convocado a un grupo de trabajo para abordar el importante tema de investigación y desarrollo, implicando temas en ciencia, tecnología e innovación. Esta Comisión, que articula a varias agencias y organismos del propio gobierno, ha emitido un primer informe retratando las principales preocupaciones abordadas y vertidas en conclusiones y líneas orientadoras del trabajo futuro en estas cruciales áreas. Destaca aquí lo importante de temáticas como los problemas medio ambientales y del desarrollo de la inteligencia artificial, cuestiones que se constituirán en temas centrales para el futuro de nuestra vida en sociedad y en cuanto a las perspectivas de obtener un desarrollo cierto y sostenible. Es satisfactorio comprobar que esta iniciativa es una de las pocas que centra su atención en el largo plazo, saliendo del estrecho escenario en que se ubican todas las discusiones sobre política pública, contaminadas por aconteceres de corto plazo y sin la mirada necesaria sobre años futuros. El trabajo se ha centrado en una mirada a los próximos 50 años, cuestión relevante para fijar criterios, orientaciones de políticas y condiciones efectivas para lograr los objetivos previstos, que en el curso del tiempo deberán seguirse para evaluar su progreso y determinar los cambios que la fuerza de los hechos vaya determinando.


Hay dos aspectos, sin embargo, que no han sido abordados de manera explícita, a pesar de su importancia para moldear adecuadamente los resultados previstos. El primero de ellos se refiere a la realidad financiera que envuelve hoy en día la temática de investigación desarrollo e innovación (IDi). Como sabemos, nuestro país invierte (no “gasta”) menos de 0.8% de su Producto Interno Bruto (PIB) en aspectos relativo a IDi, una cifra que en los años 90 era cercana a 1% del PIB. Como sabemos, estos recursos son absolutamente insuficientes si de verdad aspiramos como país a desarrollar una base sólida de generación y aplicación de conocimiento en las distintas esferas de nuestra vida social y productiva. Los países de la OCDE, con los cuales queremos virtualmente competir o, en sueños sostenidos en el pasado reciente, de emular en cuanto a acciones en este campo, emplean en promedio cerca de 3 puntos de su respectivo PIB, o sea triplicando o cuadriplicando nuestro esfuerzo financiero, que en términos del volumen de recursos que representa el respectivo PIB, es monumentalmente inferior. Es cierto: las políticas han mejorado notoriamente en materia de la asignación y control de uso de los recursos por parte de las agencias envueltas. Los mecanismos de asignación y control de fondos de investigación son notoriamente mejores que aquellas que predominaban en los años 90, y las universidades y centros de investigación han fortalecido notoriamente sus políticas en este campo, incluyendo los estudios de posgrado. Pero no es claro cómo seguiremos adelante, especialmente considerando la gigantesca brecha que nos aleja del mundo desarrollado, y aún de muchos otros países aún en vías de desarrollo. Una pregunta no abordada en la mesa de trabajo que ha reportado sus conclusiones.


El segundo aspecto faltante es el de la educación, y de lo que haremos (o deberíamos hacer) para sortear el enorme escollo que significa tener una población casi 60% analfabeta funcional y sin la mínima necesaria formación en pensamiento crítico. El tema es que cualquier estrategia de desarrollo en materia científica y tecnológica, necesita de una población que efectivamente acompañe el proceso: de partida a través de una educación formativa apropiada pero también como una ciudadanía que comprende el esfuerzo y se comporta acorde a los objetivos enunciados en materia de ciencia y tecnología. Necesitamos una población que acompañe efectivamente la estrategia de digitalización de la actividad productiva y social, y para eso es vital una educación moderna y activa, que no deje de lado los temas propiamente sociales y económicos. No tenemos esa precondición en el estudio ya acabado, y parece ser un olvido estratégicamente crucial de abordar, junto con alfabetizar efectivamente en materia de ciudadanía.


La mesa así conformada con conclusiones tan relevantes y provocadoras, necesita adicionalmente de estas dos patas fundamentales para lograr con efectividad los objetivos planteados. Financiamiento y educación son dos aspectos necesarios de integrar al conjunto de lineamientos establecidos, y constituir así un firme lineamiento programático.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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