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Héctor Casanueva |
La acción de los gobiernos no es suficiente para enfrentar los desafíos comunes y los escenarios futuros que nos muestra una prospectiva del siglo XXI. El medio ambiente, la democracia, los derechos humanos, la paz y la seguridad se encuentran en riesgo vital, su deterioro afecta la estabilidad internacional y la supervivencia misma de la humanidad.
La prospectiva estratégica ha adquirido nuevos bríos a nivel global después de la pandemia del COVID-19, que puso en evidencia la falta de una cultura de la anticipación y de gobernanza anticipatoria (como la denomina la OCDE) en la gestión del estado y de los organismos multilaterales.
La Cumbre del Futuro, celebrada en septiembre pasado en Nueva York, fue convocada con gran expectativa por la Asamblea General de la ONU luego del Informe presentado en el 2021 por el Secretario General Antonio Guterres “Nuestra Agenda Común”, por el cual propuso un giro, una inflexión y un nuevo marco de propósitos y acción para el sistema multilateral.
Desde el año 2000, el sector privado a escala internacional participa organizadamente de los objetivos globales de las Naciones Unidas, gracias a una iniciativa del entonces Secretario General Kofi Annan, quien en el Foro Económico Mundial hizo un llamado a las empresas para que colaboraran en la creación de un mercado mundial más inclusivo y sostenible. Esta iniciativa, denominada “Global Compact” o “Pacto Mundial”, inicialmente contaba con la participación de un pequeño grupo, pero ha crecido exponencialmente y se ha convertido en los últimos años en una de las principales plataformas para promover la sostenibilidad corporativa a nivel mundial.
La Unión Europea, de 450 millones de habitantes, acaba de celebrar unas cruciales elecciones en los 27 países miembros, probablemente las más decisivas de toda su historia. Claramente, Europa vive un momento de inflexión estratégica, de esperanza e incertidumbre.
Para antiguos y nuevos actores, y para la comunidad en general, dada la complejidad del Siglo XXI, existe hoy más que nunca una necesidad de mayor conocimiento y orientación sobre lo que pasa y lo que puede pasar.
“La humanidad se enfrenta a una dura y urgente elección: un colapso o un gran avance”, ha afirmado el Secretario General de la ONU en estos días, previos a la 77ª Asamblea General que se reúne en septiembre. En su propuesta entregada el año pasado a los estados miembros, con el título de “Nuestra Agenda Común”, detalla cómo la organización puede desempeñar un papel para asegurar los avances hacia un futuro mejor y la prevención de las amenazas estratégicas y existenciales.
La falta de gobernanza anticipatoria del sistema internacional, y de la propia UE, queda al descubierto por esta arremetida rusa contra Ucrania, que desafía todo el sistema de seguridad y defensa instalado al término de la II Guerra Mundial, y después del fin de Guerra Fría. El futuro del multilateralismo ya no es el que era.
Tomo prestado para encabezar esta columna, parafraseándolo, el título del notable ensayo de humanismo científico: “A horcajadas en la luz”, escrito en 1968 por el ingeniero, poeta y escritor, premio nacional de literatura, Arturo Aldunate Phillips (1902-1985). Una obra fundamental junto a otros de sus ensayos, como “Quinta dimensión”, “El amenazante año 2000”, “Los robots no tienen a Dios en el corazón”, “Mensaje del mundo verde”.
En la Cumbre COP 26 se suceden los discursos con buenas intenciones de los líderes mundiales, junto con los llamados urgentes a la acción concreta de la comunidad científica y académica, las ONGs y la opinión pública mundial, especialmente los jóvenes. Los resultados, sin embargo, limitados, insuficientes, van en una línea divergente de intenciones y llamados.