Alfredo Barriga



Alfredo Barriga

Es un dato para la causa que hoy todos los contenidos educacionales están en Internet. Y es otro dato que no todos son buenos o son los mejores para determinados objetivos de aprendizaje dentro del contexto que se plantea una estructura educacional. 

Mi mandíbula se abrió hasta tocar la mesa, como en los monos animados, cuando leí la noticia de que hace solo un mes atrás un Juez colombiano dictó la primera sentencia pronunciada con el auxilio de Chat GPT, herramienta digital basada en Inteligencia Artificial (IA), que fue lanzado recién en noviembre del año pasado.

Desde que se inventaron, cada cierto tiempo el mundo de las criptomonedas hace noticia. Bien sea porque alcanzan niveles de precio absurdos o porque caen estrepitosamente. Ahora estamos ante uno de estos eventos: la estrepitosa caída de FTX, rompiendo el récord histórico de todos los mercados financieros de todos los tiempos, al perder un 94% de su valor en un día (fuente: The Economist) 

La pandemia nos obligó a los profesores de enseñanza superior a reinventar los métodos de enseñanza. Un primer cambio de paradigma fue que intentamos dejar de enseñar desde la cátedra y para cambiar hacia el aprendizaje del alumno. Es decir, en vez de “el profesor-enseñador” tuvimos que crear “el alumno-aprendedor”.

¿Cuál sería el Producto Geográfico Bruto de Chile si todos trabajaran en lo que más les gusta y en lo que mejor capacitados están? ¿No sería realmente un país maravilloso para vivir? Un país donde las personas podrían realizarse profesionalmente, y aportar al engrandecimiento de la sociedad en la que viven dando lo mejor de sí mismos.

Hace 15 años, Sir Ken Robinson, en una conferencia TED (“Schools kill creatitity”, 2006) decía que “los niños que hoy entren a prekínder, cuando salgan a buscar trabajo, será para puestos de trabajo que hoy no existen, usando tecnologías que no se han inventado, para resolver problemas que no tenemos ni idea cuales serán”. El plazo se ha cumplido. ¿Se han cumplido las proyecciones?

El título no se refiere al nuevo negocio de viajes al espacio, donde compiten Elon Musk, Jeff Bezos y Richard Branson. Se trata de algo que ya tiene décadas de vida, cuyo origen (y desarrollo hasta hace muy poco) estuvo concentrado en un país, y que está comenzando su edad de oro. Me refiero al Capital de Riesgo (Venture Capital o VC por sus siglas en inglés).

David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens fueron galardonados este año con el Premio Nobel de Economía, por ser pioneros en el uso de “experimentos naturales” para comprender los efectos causales de la política económica y otros fenómenos. Se trata del desarrollo de la metodología y su aplicación empírica para alcanzar conclusiones sobre el mundo real a partir de datos.

En dos números de mayo de 2017, The Economist ponía en su portada a los datos como el nuevo petróleo de la economía, en el sentido que ocupan el mismo rol e importancia en la economía del siglo 21 que el petróleo hizo en la economía del siglo 20. Cuatro años después, para nadie es ya un secreto que es en los datos donde está el valor intangible más grande y a la vez más importante de las empresas, los gobiernos y la sociedad como un todo. Y – como en muchos otros aspectos relacionados con la era digital – América Latina está quedando muy rezagada en esta materia.

Por lo que dice un reciente artículo de The Economist (Get ready for Fedcoin and the e-euro), mucho más de lo que uno se imaginaría. Escasamente cinco años atrás, la sola idea de un bitcoin emitido por un Banco Central era impensable.