La decisión anunciada por Colombia, hace un par de días, de seleccionar el caza sueco SAAB Gripen E/F sobre las alternativas tradicionales de Estados Unidos (F-16) y Francia (Rafale), aparece como un ejercicio de autonomía estratégica, la que adquiere una dimensión geopolítica aún más profunda al incorporar el papel de Brasil. El gigante sudamericano, como operador principal del Gripen en la región y futuro proveedor de partes en el proyecto colombiano, consolida una nueva estructura de defensa regional que desafía la hegemonía histórica de Washington y proyecta la influencia del bloque BRICS en la seguridad hemisférica.
Durante décadas, la interoperabilidad militar con Estados Unidos definió las políticas de defensa en América Latina. La elección colombiana rompe con esta dependencia, y lo hace fortaleciendo un eje de cooperación sur-sur. Brasil no solo es el principal cliente latinoamericano del Gripen, sino que a través de su fabricante aeronáutico Embraer, participa activamente en la coproducción, desarrollo y transferencia de tecnología del Gripen E/F. Al asegurar que partes y componentes del Gripen colombiano serán suministrados por la cadena de producción brasileña, Colombia no solo accede a una aeronave avanzada, sino que se integra a una plataforma tecnológica regional soberana, minimizando la necesidad de recurrir a la logística estadounidense. Esta integración sienta las bases para un polo de defensa sudamericano liderado por Brasil, ofreciendo una alternativa creíble y autónoma a la dependencia histórica del Norte.
Otros países de la región, como Perú, Ecuador y nuestro país, también se encuentran en procesos que avanzan en la recuperación, modernización y/o renovación de sus flotas aéreas y navales convirtiendo a la región Andina en un mercado atractivo para la industria de la defensa. La elección del Gripen por parte de Colombia actúa como un catalizador, haciendo que la opción sueca sea sumamente atractiva para Perú, por ejemplo, gracias al potencial de sinergias logísticas con el futuro de mantenimiento brasileño.
Aquí es donde entra en juego la dimensión del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, más los nuevos miembros). Si bien Suecia es un actor occidental, la consolidación de Brasil como líder y socio industrial del proyecto Gripen le permite proyectar su propia agenda de seguridad y economía. Al facilitar una solución de defensa avanzada y autónoma a un socio clave como Colombia, Brasil demuestra su capacidad para impulsar decisiones estratégicas que favorecen el principio de multipolaridad, una bandera central del BRICS. El mensaje geopolítico es claro: las naciones de América del Sur pueden satisfacer sus necesidades de seguridad de alto nivel sin la venia ni la tecnología dominante de Estados Unidos, utilizando canales de cooperación económica y tecnológica que Brasil está dispuesto a liderar en el contexto de las relaciones Sur-Sur.
El nuevo escenario planteado, a propósito del acuerdo alcanzado por Colombia para la renovación de sus aeronaves de combate, no solo desafía a Estados Unidos, sino que también facilita la entrada de ofertas de sistemas no tradicionales de China, Turquía y Corea del Sur. Estos países ofrecen paquetes atractivos de bajo costo y mínima condicionalidad política, capitalizando la búsqueda de autonomía estratégica en la región. La legitimación de un proveedor europeo neutral como lo es Suecia, sumado al respaldo dado por un miembro clave del BRICS como lo es Brasil, crea un velo que facilita a otros países andinos como Perú o Ecuador considerar ofertas de bajo costo y alto riesgo geopolítico, como podría ser la solución que propone la industria china con el JF-17 Thunder.
La decisión colombiana, con el respaldo industrial de Brasil, transforma a América Latina en un escenario de reacomodo geopolítico impulsado por el sector defensa. Brasil se consolida como un actor clave capaz de articular soluciones militares que promueven la soberanía y la multipolaridad, alineando sus intereses de seguridad con la visión económica y política del BRICS. Para Estados Unidos, el desafío es doble: no solo perdió un contrato estratégico, sino que ve cómo su aliado del sur facilita una nueva arquitectura de defensa que reduce la necesidad de la interoperabilidad con Washington, mientras se abren las puertas a la competencia no occidental. La región Andina, en su búsqueda de renovación militar, se convierte en el epicentro donde se determinará si el futuro de la seguridad sudamericana estará marcado por la autonomía regional con Brasil o por la fragmentación bajo la influencia de potencias extrarregionalas como podría ser China.
Leonardo Quijarro S.
Profesor Residente Academia de Guerra Naval
Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)
Contraalmirante ( R)